ORIGEN DEL ATAÚD
El ataúd, palabra de origen
árabe que quiere decir caja, tiene su origen en el temor que muchas culturas
tenían por alejar al máximo a los difuntos de su antiguo hogar para que no
volviera. No les bastaba con enterrarlo bajo tierra, para asegurarse se tomó la
precaución de encerrarlo en una caja de madera, y clavar la tapa. Además de
ponerle un exagerado número de clavos, se tapaba la entrada de la tumba, o se
la cubría con una pesada losa, origen de la lápida. La mayoría de pueblos
antiguos no se volvían a acercar al lugar
donde reposaban sus difuntos, la causa era un temor irracional de ser
arrastrados al reino de ultratumba.
El temor a la muerte fue el
origen del luto. En Occidente se representó siempre con el color negro. Era una
manera de evitar que el alma del muerto penetrara en el cuerpo de los
familiares vivos. Después de morir el marido, la viuda lloraba
desconsoladamente sobre su ataúd, y después del “plancto” se revestía de un
velo largo en color negro. No lo hacía por respeto al difunto, sino por miedo
al espíritu del esposo. El velo era una especie de máscara.
En la antigua roma se
enterraba a los difuntos al atardecer, era para despistar al muerto. Llevaban
antorchas y cuando llegaban al cementerio ya era de noche. Asociaban el fuego
de las antorchas con la muerte. La palabra funeral viene de la voz latina
funus, que significa tea encendida.
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