CONSIDERACIONES DE ISIDORO DE SEVILLA
Consideraciones de Isidoro de Sevilla (560 d. C.-636 d. C.)
de cómo deben ser y actuar los monarcas. Se encuentran en su obra “Etimologías”,
también conocida como “Orígenes”. Isidoro de Sevilla fue un erudito de la España visigoda, obispo, teólogo y venerado como santo por la iglesia católica.
Sobre los monarcas:
“Cuando los reyes son buenos, ello se debe al favor de Dios;
pero cuando son malos, al crimen del pueblo. Como atestiguaba Job, la vida de
los dirigentes responde a los merecimientos de la plebe: “El hizo que reinase
un hipócrita a causa de los pecados del pueblo”. Porque, al enojarse Dios, los
pueblos reciben el rector que merecen sus pecados. A veces hasta los reyes
mudan de conducta a causa de las maldades del pueblo, y los que antes parecían
buenos, al subir al trono se hacen inocuos.
El que usa debidamente de la autoridad real de tal modo debe
aventajar a todos, que cuanto más brilla por la excelencia del honor, tanto más
se humille interiormente, tomando por modelo la humildad de David, que no se
envaneció de sus méritos, si no que, rebajándose con modestia, dijo: “Danzaré
en medio del desprecio y aún más vil quiero aparecer delante de Dios, que me
eligió”.
El que usa rectamente de la autoridad real, establece la
norma de justicia con los hechos más que con las palabras. A éste no le exalta
ninguna prosperidad ni le abate adversidad alguna, no descansan en sus propias
fuerzas ni su corazón, se aparta de Dios; en la cúspide del poder preside con
ánimo humilde, no le complace la iniquidad ni le inflama la pasión, hace rico
al pobre sin defraudar a nadie y a menudo condena con misericordiosa clemencia
cuanto legítimo y derecho podría exigir al pueblo.
Dios concedió a los príncipes la soberanía para el gobierno
de los pueblos, quiso que ellos estuvieran al frente de quienes comparten su
misma suerte de nacer y morir. Por tanto, el principado debe favorecer a los
pueblos y no perjudicarles; no oprimirles con tiranía, sino velar por ellos siendo
condescendiente, a fin de que este su distintivo del poder sea verdaderamente
útil y empleen el don de Dios para proteger a los miembros de Cristo. Cierto que
miembros de Cristo son los pueblos fieles, a los que, en tanto les gobiernan de
excelente manera con el poder que recibieron, devuelvan a Dios, que se lo
concedió, un servicio ciertamente útil”.
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