HUESHAQUINDAO EN EL PUEBLO MAPUCHE
Cuando una persona moría en la tribu, el cadáver era
colocado en una parrilla fabricada con palos delgados y resistentes en el
centro del interior de la ruca y expuesto enseguida a una fumigación de yuyos (plantas naturales y medicinales).
Mientras tanto los aborígenes iban colocando al lado del
fallecido carne asada, algunas ollas con comida…, ceremonia que en la
antigüedad duraba alrededor de tres meses pues era el tiempo necesario para
obtener chicha fresca para el consumo. Después esa ceremonia pasó a ser de
cuatro días, colocando al alcance de la mano del muerto varios recipientes de
barro con muday, que es una chicha que se obtiene del grano del maíz
previamente hervido, tiene algo de alcohol. La utilizaban además de para los
muertos, para agasajar a las visitas y como tonificante para los enfermos.
Durante ese plazo algunos parientes se imponían la tarea de
caminar sin descanso por el campo, llevando cada uno una espada de madera y deteniéndose
de repente para tirar puntazos al aire simulando matar al calcu (brujo malo que practica la magia negra), supuesto autor
del fallecimiento. Más tarde, retiraban al muerto, que ya olía, y se formaban
dos bandos, dando comienzo a un parloteo incomprensible durante un buen rato.
Cuando finalmente se callaban, uno de los asistentes se
dirigía al pariente más allegado y recordaba en voz alta que se había enterado
del fallecimiento y que viajando desde muy lejos, pudo llegar hasta allí para
despedir y reverencias al amigo. Esta improvisación era repetida por turno por
todos los presentes y diciendo las mismas frases, mientras los otros coreaban
de ven en cuando: ¡eh! ¡eh! ¡eh!.
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