9 de octubre de 2019

PINTORES Y SUS PINTURAS


El pintor neoclásico Jacques Louis David (1748-1825), pintor de cámara de Napoleón, solía pintar figuras de la mitología y la historia de la antigua Grecia y la antigua Roma, caracterizados por su fuerte musculatura, siempre desnudas y tocadas con unos cascos, parecidos a los de los bomberos.

Viendo Edouard Manet (1832-1883) que sus cuadros eran rechazados por todos los salones y galerías de exposiciones, no tuvo reparos en sufragarse él mismo un pabellón particular donde exponer sus cuadros en la Feria Universal de París de 1867. En este salón, que fue llamado Salón de los Rechazados, albergó, además de a cincuenta de sus obras, a las de muchos de sus amigos que empezaban a revolucionar la pintura moderna.

El cuadro Guernica de Pablo Picasso sufrió una agresión en marzo de 1974, cuando un exaltado escribió con pintura roja la frase “Mueran todas las mentiras” sobre el lienzo. Se pudo restaurar sin que quedaran huellas visibles.

En su obra La Madona de San Sixto (1516), el pintor italiano Rafael Sanzio (1483-1520) pintó seis dedos en la mano derecha del modelo, el Papa Sixto IV, el motivo era que la tradición asociaba esta anomalía anatómica a la presencia en el personaje de un sexto sentido. Por la misma razón, el mismo Rafael pintó también seis dedos en el pie izquierdo del San José de otra de sus obras, Los desposorios de la Virgen (1504).

En 1601, el pintor Michelangelo Merisi o Amerighi, llamado El Caravaggio, recibió el encargo de pintar un cuadro sobre la muerte de la Virgen. Para añadir realismo a la obra, el pintor recurrió a utilizar de modelo el cadáver de una mujer ahogada en el río Tíber. Al conocer este hecho, los clientes, escandalizados, rechazaron la obra.

Hasta 1883, Paul Gauguin (1848-1903), antes de ser una celebridad fue agente de bolsa, estaba casado con una danesa llamada Mette y era padre de cinco hijos, llevando una vida convencional. A los 35 años comunicó a su esposa que abandonaba su empleo para convertirse en pintor. A partir de entonces, él y su familia vivieron en la más absoluta miseria, hasta que Paul abandonó a su familia y huyo a los Mares del Sur, en busca del paraíso soñado. Después de pasar unos años en Tahití y Martinica, Gauguin volvió a Europa, frecuentando el ambiente bohemio de París y después viviendo y peleándose con Vicent van Gogh. Finalmente, desengañado de Europa y de la vida civilizada, regresó a su paraíso primitivo de las islas Marquesas, donde moriría años después.

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