PINTORES Y SUS PINTURAS
El pintor neoclásico Jacques Louis David (1748-1825), pintor
de cámara de Napoleón, solía pintar figuras de la mitología y la historia de la
antigua Grecia y la antigua Roma, caracterizados por su fuerte musculatura,
siempre desnudas y tocadas con unos cascos, parecidos a los de los bomberos.
Viendo Edouard Manet (1832-1883) que sus cuadros eran
rechazados por todos los salones y galerías de exposiciones, no tuvo reparos en
sufragarse él mismo un pabellón particular donde exponer sus cuadros en la
Feria Universal de París de 1867. En este salón, que fue llamado Salón de los
Rechazados, albergó, además de a cincuenta de sus obras, a las de muchos de sus
amigos que empezaban a revolucionar la pintura moderna.
El cuadro Guernica de Pablo Picasso sufrió una agresión en
marzo de 1974, cuando un exaltado escribió con pintura roja la frase “Mueran
todas las mentiras” sobre el lienzo. Se pudo restaurar sin que quedaran huellas
visibles.
En su obra La Madona de San Sixto (1516), el pintor italiano
Rafael Sanzio (1483-1520) pintó seis dedos en la mano derecha del modelo, el
Papa Sixto IV, el motivo era que la tradición asociaba esta anomalía anatómica
a la presencia en el personaje de un sexto sentido. Por la misma razón, el
mismo Rafael pintó también seis dedos en el pie izquierdo del San José de otra
de sus obras, Los desposorios de la Virgen (1504).
En 1601, el pintor Michelangelo Merisi o Amerighi, llamado
El Caravaggio, recibió el encargo de pintar un cuadro sobre la muerte de la Virgen.
Para añadir realismo a la obra, el pintor recurrió a utilizar de modelo el
cadáver de una mujer ahogada en el río Tíber. Al conocer este hecho, los
clientes, escandalizados, rechazaron la obra.
Hasta 1883, Paul Gauguin (1848-1903), antes de ser una
celebridad fue agente de bolsa, estaba casado con una danesa llamada Mette y
era padre de cinco hijos, llevando una vida convencional. A los 35 años
comunicó a su esposa que abandonaba su empleo para convertirse en pintor. A
partir de entonces, él y su familia vivieron en la más absoluta miseria, hasta
que Paul abandonó a su familia y huyo a los Mares del Sur, en busca del paraíso
soñado. Después de pasar unos años en Tahití y Martinica, Gauguin volvió a
Europa, frecuentando el ambiente bohemio de París y después viviendo y
peleándose con Vicent van Gogh. Finalmente, desengañado de Europa y de la vida
civilizada, regresó a su paraíso primitivo de las islas Marquesas, donde
moriría años después.
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