8 de octubre de 2019

MADAME D'AULNOY OPINA SOBRE LOS CRIADOS EN ESPAÑA


Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, baronesa d’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa, es conocida por sus cuentos de hadas y por sus relatos de su viaje a España, que fue escrito en el año 1679. Sobre los criados dice:

“No es sorprendente el crecido número de subalternos, porque lo determinan dos razones: la primera, remunerarlos para alimento y salario con sólo dos reales y medio al día, equivalentes en total a siete sueldos y medio franceses, mientras los extranjeros les han de pagar a cuatro. A los gentilhombres se les abonan no más de quince escudos al mes, obligándolos a vestir de terciopelo en invierno y de tafetán en verano, con lo cual se han de alimentar los infelices de ajos, guisantes y comistrajos por ese estilo, echando fama los pajes de ser más ladrones que urracas, aunque verdaderamente no les van en zaga lo de otros oficios. Los españoles, en general, asombran tanto por su sobriedad cuando han de pagar la comida como por su glotonería cuando se nutren a costa ajena.

Abundan en las esquinas de calles y plazas las cocinas públicas que consisten en grandes calderos, montados sobre trébedes calefactoras. No se encuentran allí sino alimentos tales como habas, ajos, cebollas y un poco de caldo de cocido en el que se empapa el pan. Acuden a comprarlo criados de todas las categorías, incluso gentilhombres y azafatas, porque lo normal es que en cada casa se aderece comida únicamente para los años y sus hijos. En el beber son todos muy morigerados; las mujeres no prueban el vino; a los hombres les casta cuartillo diario y la mayor ofensa que se puede inferir a un español es llamarle borracho.

La segunda causa del exceso de servidumbre consiste en heredar el hijo los criados del padre, aunque pasen de ciento y tenga él otros tantos. Si la fallecida es la madre, entran las criadas al servicio de la hija o de la nuera, y esta norma se aplica de generación en generación, porque a los nacidos en la casa no se los despide nunca. Se reduce la obligación de casi todos ellos a comparecer de cuando en cuando para acreditar que existen y prestar entonces algún minúsculo servicio.

En mi reciente visita a la duquesa de Osuna me llamó la atención el gran número de doncellas y dueñas que vi en los salones al pasar. Le pregunté por curiosidad cuántas criadas tenía y me contestó que solamente trescientas, por haberse reducido a ese número el poco anterior de quinientas.

La pragmática prohíbe sacar más de dos lacayos, sin otras excepciones que los embajadores y extranjeros de paso. Hay pues, quien sostiene cuatrocientas o quinientas personas, de las cuales solo tres le pueden acompañar cada vez. La tercera es un caballerizo, obligado a caminar junto a las bestias para impedir que los tiros largos se enreden en sus patas. Por lo común son todos ellos hombres maduros de hasta cincuenta años, mal encarados, macilentos y sucios. Gentiles hombres y pajes van en la carroza de escolta, vestidos siempre de negro; los últimos no llevan espada, sino un puñalete oculto”.

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