LA CUARESMA EN EL SIGLO DE ORO
La Cuaresma coincidía con un período de mucho trabajo: poda
y escardo de las viñas, cogida y prensa de aceitunas, etc. En esa época se
imponía el recogimiento hasta el punto que hasta el teatro permanecía cerrado.
El ayuno se aplicaba de manera muy rigurosa.
Los españoles tenían el privilegio de que por la Bula de la
Santa Cruzada podían consumir huevos y leche, privilegio que se extendería a
finales del siglo XVIII al consumo de la carne durante cuatro días a la semana.
La Cuaresma se representaba habitualmente como una vieja de siete piernas, sus
siete semanas.
La Cuaresma culminaba con la Semana Santa, con
espectaculares procesiones, el miércoles, jueves y viernes santo, con
muchísimas cofradías parroquiales y penitentes que paseaban por recorridos
tradicionales la imaginería santa del Renacimiento y el Barroco.
El Domingo de Resurrección se inauguraba el período de
estío. Junto con la significación religiosa de la resurrección de Cristo
representaba el tránsito del invierno a la primavera, el estallido del amor en
el mes de mayo y junio. La noche de San Juan marcaba el momento cumbre del
ciclo erótico. A la fiesta del amor la iglesia asoció la de la Eucaristía, con
la procesión del Corpus Christi, cargada de exaltación.
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