DE TODO UN POCO
En Francia, los mendigos hacían un pan al que llamaban de
Madame Montpensier. Estaba elaborado con huesos humanos molidos que robaban de
las tumbas.
Sófocles, poeta griego, murió en el año 406 a. C. por la
impresión que le produjo una noticia que le dieron.
Después de fallecer un ser querido, los hombres gálatas de
Asia Menor se disfrazaban de mujer, decían que las mujeres rezan y se lamentan
mejor.
Los desaparecidos caspios que vivían en la desembocadura del
río Kura, mataban a los hombres al cumplir los 60 años.
Los cananeos practicaban agujeros en las tumbas por los que
hacían llegar alimento a los difuntos.
En las cárceles toscanas los presos autores de crímenes
pasionales llevaban a su espalda una pancarta que decía: Assassino per amore
(asesino por amor).
Los habitantes de algunos poblados galos acostumbraban a
coser todos los orificios corporales del fallecido para que no se escapara su
espíritu.
En la Edad Media, muchas madres sacrificaban a los recién
nacidos para sacarse unas monedas como amas de cría. Esto era debido a que las
mujeres ricas preferían contratar a las madres que acababan de perder un hijo.
De esa forma, se aseguraban de que la leche no se repartiese entre dos bebés.
A los atenienses suicidas se les cortaban las manos y se
enterraban separadas del resto del cadáver.
Los verdugos sicilianos se sacaban un sobresueldo vendiendo
a la gente supersticiosa gotas de sangre de los recién ejecutados.
Los cartagineses ejecutaban a los que eran derrotados en el
campo de batalla.
Los griegos consideraban sagradas a las víctimas muertas por
un rayo.
Para evitar enterrar a gente que parecía muerta pero no lo
estaba, un depósito de cadáveres de Viena, unía a los cuerpos sin vida unas
placas metálicas. Las placas, al detectar cualquier movimiento, activaban una
alarma en el centro de control.
2 comentarios :
Cosas muy curiosas y al mismo tiempo escalofriantes.
Saludos
Erna, tienes toda la razón, todo es muy siniestro. Besos.
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