EL VAMPIRISMO EN LA HISTORIA
El vampirismo ha existido desde siempre, parece lo normal después de las poderosas virtudes atribuidas normalmente a la sangre y el temor al enfado de los difuntos, que apaciguaban mediante ofrendas. Además, la conservación de algunos cadáveres contribuyó al desarrollo del mito del vampiro.
En la antigüedad encontramos algunos ejemplos de vampiros. En el panteón asirio se encuentran varios demonios chupadores de sangre, entre ellos la maléfica Lilith. Los griegos hablaban de las sombras de la casa de Hades, dios de los Infiernos, y los romanos tenían a Lamia, la vampiro maligna que vampirizaba a sus víctimas y devoraba los fetos.
En la Edad Media y el Renacimiento, en el siglo XI, se encuentra la primera mención oficial del vampirismo en Occidente, después de lo cual el tema tiene un gran desarrollo. Así, en el siglo XII, en Inglaterra, se reconoce que estas criaturas son tan numerosas que hay que quemarlas para calmar el clamor popular. En Hungría, la condesa sangrienta, Elisabeth Bathory, mandó asesinar centenares de mujeres jóvenes para beber su sangre y bañarse en ella con el fin de preservar su belleza de los estragos del tiempo.
En el siglo XVIII, sobre 1730, un extraño fenómeno, iniciado en Grecia, se extiende por toda Europa central; se profanaron tumbas en serie. Los cadáveres, sospechosos de ser vampiros, eran desenterrados, sus corazones se atravesaban con estacas y sus cuerpos quemados. La mezcla de pasión y miedo es tal que Voltaire escribió en su Diccionario filosófico: “No se escuchó hablar más que de vampiros de 1730 a 1735”.
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