EL ATAÚD DE MALAQUITA (LEYENDA DE LOS URALES)
Dos hombres que se encontraban extrayendo malaquita en una mina en los Urales, decidieron tomarse un descanso, para ello se tumbaron en una pradera cercana. De repente, Stepan Petrovich, uno de los hombres, se despertó de repente al sentir un fuerte golpe en su costado.
Al abrir los ojos pudo ver a una mujer muy extraña, sentada en una gran roca. Era una joven atractiva, no muy alta, con cabellos negros trenzados con cuentas verdes y rojas incrustadas en las trenzas. Vestía un vestido de seda hecho de malaquita
Petrovich escucho como hablaba con alguien, al que él no veía, en un lenguaje extraño que no entendía, pero sabía que hablaban y se reían de él. Comenzó a asustarse cuando recordó que existía la leyenda de las tretas que utilizaba “La Señora de la Montaña del Cobre”, muerto de miedo, intentó escapar, al intentarlo ella le dijo sonriendo: -¿Por qué estás mirando mi belleza Stepan Petrovich? La gente paga dinero por verme, acércate, hablemos un poco. Paralizado por el miedo, le contestó que no tenía tiempo para hablar, ella insistió, él obedeció.
La mujer le ordenó que se acercase más, al hacerlo se dio cuenta que alrededor de ella había cientos de lagartos, de diferentes colores. -¡No los pises! Ellos son mi ejército. La joven aplaudió y los lagartos desaparecieron.
La extraña mujer le dio instrucciones a Stepan para que al día siguiente cuando estuviese dentro de la mina le dijera a sus jefes las siguientes palabras: “La dueña y señora de la montaña del cobre te ordena a ti, que abandones la mina de la Montaña Roja de una vez. Si continuas destruyendo mi techo de hierro, arrojaré todo el cobre en las profundas entrañas de la tierra y nunca más será hallado”. Seguidamente la joven desapareció, transformada en un extraño ser de piernas verdes y cola y cresta negra que se extendía por su espalda, la cabeza era humana.
Al día siguiente le contó a su jefe lo sucedido. Él enfurecido lo acusó de borracho y loco. El jefe ordenó a los demás mineros que ataran a Stepan con una cadena y lo golpearan sin piedad, para luego encerrarlo en lo más profundo de las minas. Cuando lo dejaron solo empezó a golpear la roca, provocando que la malaquita se derrumbase. De repente, a su alrededor, apareció una luz brillante y detrás pudo ver a la mujer lagarto que le dijo: -Buen hombre, me has honrado, no le temiste a tu jefe. Le dijo que la siguiese, que le iba a enseñar su regalo. Aplaudió y aparecieron los lagartos que le liberaron de las cadenas.
Llevó a Stepan a su reino. Penetraron en lo más profundo de las rocas, pasaron por túneles, cavernas y grandes habitaciones subterráneas cuyos muros estaban decorados con flores de cobre. De pronto, el vestido de la mujer empezó a cambiar de color, volviéndose brillante con un diamante. En ese momento, entraron a una enorme habitación con camas, sillas y bancos hechos de cobre. Las paredes eran de malaquita con diamantes incrustados, y el techo era de color rojo oscuro con flores de cobre.
Allí, la Reina Lagarto, le pidió a Stepan que se sentara, le preguntó si le gustaba su regalo y si quería casarse con ella. Él no quería, ya que tenía una novia, Anastacia. Entonces le respondió que era un hombre sencillo y que no merecía ese regalo. Ella enfadado insistió en su pregunta, él le contó o de su novia. Al contrario de lo que Stepan esperaba, la Reina Lagarto le agradeció su sinceridad dándole al minero un regalo para su novia, una caja de malaquita llena de alhajas de todo tipo. Después de agasajar a Stepan, para despedirse le regaló varias piedras preciosas, diciéndole que estas piedras lo convertirán en un hombre rico.
Stepan se volvió rico, la gente rumoreaba que había vendido su alma al diablo. Los trabajos en la mina terminaron, tal como había vaticinado la Reina Lagarto. La salud de Stepan se fue deteriorando y varios años después su cuerpo fue encontrado cerca de las minas abandonadas de la Montaña Roja. Cuenta la leyenda que tenía una sonrisa en su rostro y un rifle a su lado. Cuentan que algunas personas habían visto a una criatura reptil de color verde llorar sobre el cadáver del minero.
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