AUGURES ROMANOS
Las predicciones y la adivinación eran muy importantes para
los romanos, les preocupaba el conocimiento del futuro y de la voluntad de los
dioses. Antes de tomar cualquier decisión o emprender algo consultaban al “augur”
(sacerdote), que les decía cuando era propicio, o no lo era, todo según la
voluntad de la divinidad a la que hubiera consultado.
Los augures existían desde la fundación de Roma. El suyo era
un cargo oficial (que era vitalicio), aunque también los había que eran
particulares. En un principio el cargo estaba reservado a los patricios, pero
más tarde accedieron los plebeyos. Para predecir, disponían de tipos de libros,
los rituales que contenían fórmulas fijas, y los de comentarios, que recogían
resúmenes de las actuaciones.
Interpretaban la voluntad de los dioses con distintos tipos
de señales, por ejemplo; el vuelo de las aves era bueno si procedía de la parte
izquierda del augur y si no se rompía antes de perderse de vista, en cambio era
nefasto si procedía de la parte contraria o cambiaba la dirección durante la
observación del vuelo. Las aves que volaban a poca altura, presagiaba cosas
malas, si volaban alto, cosas buenas.
Otra de las formas de predicción era por la forma de comer
de los polos sagrados, que los propios augures cuidaban en una jaula. Si esos
pollos se mostraban inapetentes o al comer dejaban restos, era un mal augurio.
El búho era considerado como anuncio de desgracias, la
abeja, insecto sagrado y emisaria de los dioses, traían siempre buena suerte.
El águila, ave sagrada de las legiones romanas, anunciaba desgracias y
tempestades. También interpretaban las señales del cielo, por ejemplo; si
un rayo o relámpago, si mirando al sur, caían a su izquierda, el augurio era
favorable.
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