14 de octubre de 2013

SACRIFICIOS SANGRIENTOS EN LA ANTIGÜEDAD


La humanidad cree en los espíritus desde hace miles de años, desde entonces se les ha rendido culto. Hace unos 4.000 años se empleaba sangre humana en algunos rituales mágicos. Los brujos y los magos del Paleolítico y Neolítico se la ofrecían a los espíritus de la lluvia, el viento y la tierra. Para poder ofrecer esa sangre se inventaron los sacrificios sangrientos.

Para alimentar a los dioses, los aztecas untaban sus estatuas con sangre humana recién derramada, no lo hacían por maldad, sino por creencia religiosa. Sólo si se le daba de beber sangre al dios del Sol cada día, podría volver a salir al día siguiente. Para que amaneciese cada día, degollaban animales y también seres humanos.

Cuando los panteones empezaron a poblarse de dioses, las comunidades ofrendaron víctimas a las deidades, de la noche, de la fecundidad, de la vida, de la muerte, de igual manera a los espíritus buenos como a los malos. A los dioses más ansiosos de sangre se guardaban las vidas de los enemigos capturados en combate, para las deidades nocturnas se sacrificaban gallos.

Durante muchos siglos, los magos y sacerdotes se empeñaron en que los sacrificios sangrientos, tanto si eran de vacas, bueyes, cabras, corderos, tórtolas, o seres humanos, tuvieran los mejores efectos en los sedientos dioses, con eso creían que los beneficios para la comunidad serían mayores.

La función del mago sacrificador era muy importante. Además de tener los mejores trozos de los animales sacrificados para comer, les daba la máxima autoridad para elegir nuevos animales, y víctimas humanas, para el sacrificio.

Una de las primeras preocupaciones del Pentateuco (primeros cinco libros de la Biblia) fue acabar con los sacrificios humanos y hacerlo sólo con animales. El monoteísmo hebreo y sus descendencias, las religiones cristianas e islámica, acabaron con los sacrificios humanos. A partir de ese momento esos sacrificios sólo se conocen en los cultos satánicos.

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