SACRIFICIOS SANGRIENTOS EN LA ANTIGÜEDAD
La humanidad cree en los espíritus desde hace miles de años,
desde entonces se les ha rendido culto. Hace unos 4.000 años se empleaba sangre
humana en algunos rituales mágicos. Los brujos y los magos del Paleolítico y Neolítico
se la ofrecían a los espíritus de la lluvia, el viento y la tierra. Para poder
ofrecer esa sangre se inventaron los sacrificios sangrientos.
Para alimentar a los dioses, los aztecas untaban sus
estatuas con sangre humana recién derramada, no lo hacían por maldad, sino por creencia
religiosa. Sólo si se le daba de beber sangre al dios del Sol cada día, podría
volver a salir al día siguiente. Para que amaneciese cada día, degollaban
animales y también seres humanos.
Cuando los panteones empezaron a poblarse de dioses, las
comunidades ofrendaron víctimas a las deidades, de la noche, de la fecundidad,
de la vida, de la muerte, de igual manera a los espíritus buenos como a los
malos. A los dioses más ansiosos de sangre se guardaban las vidas de los
enemigos capturados en combate, para las deidades nocturnas se sacrificaban
gallos.
Durante muchos siglos, los magos y sacerdotes se empeñaron
en que los sacrificios sangrientos, tanto si eran de vacas, bueyes, cabras,
corderos, tórtolas, o seres humanos, tuvieran los mejores efectos en los
sedientos dioses, con eso creían que los beneficios para la comunidad serían
mayores.
La función del mago sacrificador era muy importante. Además de
tener los mejores trozos de los animales sacrificados para comer, les daba la
máxima autoridad para elegir nuevos animales, y víctimas humanas, para el
sacrificio.
Una de las primeras preocupaciones del Pentateuco (primeros
cinco libros de la Biblia) fue acabar con los sacrificios humanos y hacerlo
sólo con animales. El monoteísmo hebreo y sus descendencias, las religiones
cristianas e islámica, acabaron con los sacrificios humanos. A partir de ese
momento esos sacrificios sólo se conocen en los cultos satánicos.
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