30 de octubre de 2013

LA EXTRAÑA HISTORIA DE JEREMY BENTHAM

Jeremy Bentham (1748-1832) fue un pensador inglés y padre del utilitarismo. En sus trabajos atacó el sistema legal y judicial inglés y, eso le llevó a la formulación de la doctrina utilitarista. En ella exaltaba que todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, o sea, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas. Uno de sus lemas era: “Cualquier cosa que se haga es buena si las consecuencias son buenas, al margen de los métodos utilizados, porque el último fin humano es conseguir la felicidad”.

Bentham era un poco presuntuoso y dejó instrucciones en su testamento, que había firmado una semana antes de morir. En él decía que todos sus bienes se los dejaba al University College of London, de donde era profesor, la condición era que su cuerpo fuera conservado y expuesto en una vitrina, para poder seguir asistiendo a las juntas directivas y que sus alumnos pudieran seguir admirándolo.

El 6 de junio de 1832, murió, y su testamento se llevó a cabo según sus deseos. Pidió que su cuerpo fuera diseccionado en presencia de sus mejores amigos, y el doctor Southwood Smith, debía ser el médico forense que lo hiciese. Señaló como realizar la autopsia, como conservar las vísceras, en qué lugar debían conservarlas. Explicó que lo vistieran con uno de los trajes que tenía, que se le pusiera un sombrero, que se le sentara en posición de pensador, que en una de sus manos le pusieran un bastón. Durante mucho tiempo antes de morir, llevó los ojos de cristal que quería que le colocaran a su cabeza embalsamada.

Para estar seguro que cumplían sus deseos, tenían que construirle una vitrina de cristal que fuera fácil de transportar por todo el colegio.

En todo este proceso algo salió más, la cabeza embalsamada les quedó fatal, así que, decidieron no ponérsela. Hicieron una de cera a partir del cráneo, y es la que lleva puesta desde entonces. La cabeza auténtica la colocaron a sus pies, ya no está, tuvieron que retirarla y guardarla en una caja fuerte.

Se vieron obligados a custodiarla porque se convirtió en costumbre cada año, al finalizar el curso escolar, robarla y colocarla en cualquier sitio. En 1975, la robaron y pidieron un rescate de cien libras. En otra ocasión la encontraron en la estación del ferrocarril de Aberdeen. La robaron de nuevo y la encontraron en el campo de fútbol del colegio.

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