3 de mayo de 2018

CASTIGOS POR RAPTO Y VIOLACIÓN EN LA ANTIGÜEDAD


Una disposición de Constantino imponía la muerte en la hoguera a los raptores de una mujer virgen, y otra condenada a las nodrizas que hubieran sido cómplices del rapto a ser ejecutadas vertiéndoles en la garganta plomo derretido. La tradición de matar a los raptores y violadores se mantuvo en Europa, en ocasiones suavizada por la posibilidad de que el culpable reparase el delito mediante su matrimonio con la víctima.

En Alemania y Suiza se utilizó mucho el empalamiento; el condenado, tendido en el suelo y atado en cruza a cuatro postes, era atravesado por el vientre con una cuña o palo aguzado, a golpes de mazo, reservándose a la agraviada la facultad de asestar los tres primeros mazazos. En 1513, el verdugo de Nuremberg comunicó al Consejo de la Ciudad que no la ejecutaría nunca más por la crueldad que suponía. Este verdugo no resistía las miradas de angustia de algunos reos y estaba cansado de luchar contra la resistencia rabiosa y desesperada de otros.

Según el Espejo de Sajonia, cuando la violada fuera virgen el culpable debía ser sepultado vivo; en otro caso, decapitado. En Italia, la violación de una virgen significaba la muerte en la hoguera del agresor.

En España, el rapto y la violación se castigaban con la muerte en la horca, en casos especialmente brutales se ejecutaba en la rueda. La comisión del delito en despoblado o el hecho de conducir al campo a la raptada lo convertía en caso de Hermandad, lo que llevaba a la muerte por asaeteamiento.

La pena capital se aplicaba también al seductor de monja, incluso cuando mediara el consentimiento de la raptada, que era tratada como cómplice y emparedada de por vida.

El estrupo, penado en la península con la hoguera cuando el conquistador fuera siervo en la casa de la mujer, una orden expedida el año 1784, de cumplimento muy dudoso, ratificaba la pena de muerte para los criados que deshonrasen a las hijas de sus patronos.

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