15 de marzo de 2018

SECRETOS MILITARES



Heynrich Albert, director de propaganda alemana en Estados Unidos, antes que los americanos entraran en la Primera Guerra Mundial, dejó olvidado su portafolio en un tren subterráneo de Nueva York, en 1915. Fue recogido de inmediato por agentes estadounidenses, que lo estaban siguiendo, y se encontró que contenían documentos relativos a los planes para sabotear plantas norteamericanas que servían como arsenales para los aliados. Los documentos estaban firmados por Franz von Papen, un agregado milita agregado a la embajada alemana, y por el propio embajador.

La Oficina Federal de Investigaciones capturó a ocho saboteadores alemanes después de bajar a tierra desde un submarino, frente a Long Island Oriental en 1942. Seis fueron ejecutados y dos encarcelados. Uno de los encarcelados, el jefe de la expedición, era anti-nazi y había informado al FBI. Se le prometió que estaría prisionero solo seis meses, en lugar de eso, tuvo una condena de 90 años.

Los espartanos utilizaban un bastón y un rollo de papel para evitar que los mensajes militares fueran descifrados si caían en manos del enemigo. Las palabras, al ser enrollados los papeles alrededor del bastón, coincidían y tenían sentido. Desenrollados, los papeles estaban cubiertos con disparates. Cada general tenía un bastón, guardado con cuidado, de el mismo diámetro, alrededor del cual enrollar el papel y leer el mensaje.

Al final de la Segunda Guerra Mundial no había en Gran Bretaña un espía alemán que no estuviera bajo el control británico. Todos estaban cooperando con los británicos mientras conservaban su alianza alemana o habían sido atrapados aliándose con el enemigo.

El “Secreto del Rey”, de Luis XV, era un cuerpo diplomático secreto del cual el ministro francés del Exterior no sabía nada. Luis se comunicaba con otros gobiernos mediante agentes secretos, normalmente, contradiciendo al ministro del Exterior y provocando el caos en la diplomacia francesa. Esa fue una de las razones de los desastres durante el siglo XVIII.

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