MESMER Y EL MAGNETISMO ANIMAL
Mesmer era doctor en filosofía, en 1772, comenzó a experimentar el método magnético en sus pacientes. Se apoya en el principio de que existe un fluido universal que interactúa con los cuerpos celestes y otros cuerpos animados. Esta influencia tiene como resultado un flujo y reflujo que actúan sobre los hombres, asomando en la sustancia de los nervios.
Según esta teoría, todas las enfermedades provienen de la mala repartición de este fluido al interior del cuerpo. Al ser la unión entre el hombre y el universo del mismo que existe entre los objetos imantados, solo se necesita drenar dicho fluido por medio de un imán para restablecer el equilibrio en el organismo.
Mesmer trataba a sus pacientes, aplicándoles, en primer lugar, imanes que hacía fabricar por los obreros del Observatorio de Viena, con el fin de que se adecuen a las diferentes partes del cuerpo. Luego utilizaba la imposición de las manos y abandonaba los imanes. Así pasa del magnetismo mineral al magnetismo animal.
El funcionamiento de las cubetas de Mesmer era el siguiente:
Mesmer trataba a sus pacientes alrededor de las cubetas transformadas en una suerte de aparatos que distribuían el magnetismo. Para ello, se sumergían imanes y una mezcla de limaduras de hierro, vidrio molido y azufre en recipientes de agua unidos entre sí por alambres.
Los pacientes debían hundir en ellas varillas de hierro articuladas, las que pueden dirigir sobre sí mismos y sobre las partes enfermas de su cuerpo. De la misma manera, debían tomarse de las manos para recibir las ondas de corriente magnética y formar así una cadena.
Era necesario que la sesión colectiva se realizara en la penumbra y en silencio, y todos debían permanecer inmóviles. Solo Mesmer se movía por la habitación, imponiendo las manos sobre los pacientes o tocándolos con una varilla. Algunas veces se permitía que hubiera música.
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