5 de marzo de 2018

ORIGEN DE LA PLUMA ESTILOGRÁFICA


La utilización de las plumas de ave para escribir ya se conocía en el siglo VII. No todas las plumas servían, se buscaban las de cuervo para trazar líneas; las de cisne para escribir con una caligrafía excelente, las más comunes eran las de ganso. Solo se utilizaban las cinco plumas externas del ala izquierda. Si a las aves menores se les sacaban las plumas en primavera y en vivo, eran muy aptas para la escritura.

Las plumas de acero ya se fabricaban en Francia en el año 1748. Samuel Harrison fabricó una pluma de acero por encargo en el año 1780. A finales del silgo XVIII, la zarina de Rusia, Catalina la Grande, contó en sus memorias que había utilizado una pluma sin fin, seguramente un portaplumas.

La primera patente para una pluma con depósito de tinta se registró en 1809. En esta pluma la tinta no salía libremente, sino que se apretaba un émbolo cuando se quería tinta, operación que se tenía que repetir a menudo. El señor Wise fabricó una pluma en 1803, en Londres. Era una plumilla de hierro de forma acanalada, con el extremo cortado como las plumas de ave.

La industria de la pluma estilográfica se puso en marcha en 1828. En 1831 la punta ya era flexible. Su perfeccionamiento llegó en 1884, Lewis E. Waterman, agente de seguros, las fabricó de manera que el extremo de la pluma se desatornillaba y podía llenarla de tinta con la ayuda de un cuentagotas. Más tarde llegaron las plumas de carga automática que aspiraban la tinta con un émbolo hasta el interior del reservorio. En 1908 llegó el sistema de palanca. En 1952, vino el revolucionario sistema schonorkel, con el tubo sumergible en la tinta.

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