NAPOLEÓN Y LAS CRÊPES
En Francia existe una leyenda sobre las crêpes. La leyenda dice que para tener suerte durante el año lo mejor es comer crêpes el martes de Carnaval. Para llamar a la buena suerte hay que hacer lo siguiente:
La crêpe, una vez hecha por un lado, hay que darle vuelta; la gracia es dársela sin tocarla, es decir, haciéndola saltar dentro de la sartén sosteniendo ésta sobre el fuego por el mango. Si cae al fuego es un mal presagio.
Como buen corso, Napoleón I era muy supersticioso, así que todos los años el martes de carnaval comía crêpes, y a veces las hacía el mismo. Al darle la vuelta en la sartén no fallaba ni una.
La leyenda cuenta que el martes de carnaval del año 1812 el emperador tuvo la ocurrencia de celebrarlo a base de las famosas crêpes, y para eso se trasladó desde el palacio de las Tullerías al castillo de la Malmaison, donde Josefina, su primera esposa, vivía recluida desde su divorcio.
-Josefina-dijo Napoleón-, vamos a hacer crêpes, como las hacíamos antes.
La emperatriz repudiada se apresuró a preparar la pasta, la sartén, las brasas… Napoleón, después de verter una cucharada de pasta en la sartén, cogió ésta por el mango, y en el momento preciso hizo saltar la crêpe. Pero Napoleón falló y la crêpe cayó al fuego. Tres veces volvió a ensayar Napoleón y por tres veces la crêpe cayó al fuego…
Pocos meses después el emperador declaró la guerra a Rusia, el mal presagio se había realizado.
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