LA RELIGIÓN EN LA CIVILIZACIÓN MICÉNICA
Entre el 1600 a. C. y el 1150 a. C., se desarrolló en Grecia la cultura llamada micénica, ese nombre venia por ser la ciudad de Micenas el primer sitio donde se encontraron elementos de esa cultura. Fue la época de la guerra de Troya y de los primeros héroes griegos.
Los micénicos creían que las divinidades se manifestaban en los fenómenos naturales: la luz, el cielo, las montañas, los árboles, el agua, las estaciones del año, los grandes momentos de la vida del hombre y de los seres vivos. Las potencias ocultas detrás de todos esos fenómenos estaban personificadas por dioses antropomorfos o híbridos que no se conformaban, con habitar en otro mundo, sino que se hacían presentes en el suyo, unas veces en persona, provistos de los instrumentos de su poder, o acompañados de ellos (el escudo, la lanza, el león, el toro, la paloma…), o bien encaminados en las personas de sus representantes reconocidos (el rey y los ministros del culto, sobre todo las sacerdotisas).
Esos dioses necesitaban alimentos, bebidas, esclavos, vestidos, adornos, ungüentos y bálsamos, perfumes y multitud de otros dones de la naturaleza y de la industria. Su aparición en los actos de culto era fundamental. El temor y el respeto que infundían en sus fieles impulsaban a éstos a doblar las rodillas o bien a bajar la cabeza, mirar al suelo, y a ponerse la mano con visera sobre los ojos.
No sólo era temor a las divinidades, sino también confianza, entusiasmo y amor, que se manifestaban en el éxtasis, en la danza y en otras manifestaciones, provocadas por la energía que animaba al espíritu divino.
Muchos lugares de culto se encontraban en la campiña, no entre las casas de las aldeas o de las ciudades. Se podían identificar por las ofrendas depositadas en ellos: estatuillas, vasos de libación, figuras… Los principales centros de la religiosidad se encontraban en los palacios. Los actos religiosos estaban presididos por una estatua de madera, una especie de palladion o paladio (imagen de culto), hecho con un tronco de un árbol sagrado.
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