ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO EN EL CALIFATO ABBASÍ
El califato abbasí fue la segunda dinastía de califas suníes (750-1258). Sucedieron a los Omeyas. Se le conoce también como califato de Bagdad, ya que en 762 tenía su capital en Bagdad.
El califa era el soberano absoluto, temido y venerado a la vez, gozaba de un poder de vida y muerte sobre sus súbditos. Como jefe del estado, sus deberes eran los de un padre familia, como jefe espiritual, era juez supremo en cuestiones religiosas; sus súbditos le debían obediencia y asistencia ciega.
Los primeros ministros o visires, gobernaban con plenos poderes y presidían un consejo llamado “diwan” del que formaban parte los jefes de los distritos y que constituían las secretarías o departamentos administrativos:
-Diwan al-jarach, especie de Ministerio de Haicenda, tenía a su cargo el erario público.
-Diwan al-nafaqat, de los gastos de palacio.
-Diwan al-azimma, con la misión de revisar las cuentas de los demás departamentos.
-Diwan al-barid, responsable de las comunicaciones oficiales, de la información secreta, así como del servicio de correos (utilizaba incluso palomas mensajeras).
-Diwan al-jatam o al-tawqid, encargado de la correspondencia del califa.
El ejército tenía su propio diwan; la guardia califal era el cuerpo regular de tropas establecido en la capital, pagado por el erario con un sueldo cinco veces superior a la de un jornalero. El soldado cuidaba de su equipo y si pertenecía a un cuerpo montado el jinete recibía doble paga.
-El diwan al-surta es el responsable del mantenimiento del orden; con representantes en las principales poblaciones, sólo en Bagdad tenía a sus órdenes 10.000 policías que cuidaban del orden y de realizar las rondas nocturnas. El almotacén, adecuado para las cuestiones municipales, vigilancia de mercados, pesas y medidas, prevención de fraudes, urbanismo, etc.
Las funciones judiciales eran otorgadas por el califa, juez supremo del imperio, a los cadíes, que él mismo nombraba. Estos cadíes administraban justicia, en lo civil y en lo criminal, según la ley del Corán. Cuando tenían alguna duda podían consultar a un sabio ulema. Además desempeñaban tareas como autorizar matrimonios, ejecutar testamentos, tutelas de huérfanos, etc.
Cuando los cadíes se veían agobiados por el trabajo, recurrían a la ayuda de los “adil”, hombres honorables que, de simples testigos, pasaban a actuar como notarios asesores. Los cadíes tenían el privilegio de ser respetados por el poder, a causa del carácter religioso y jurídico del cargo.
El gobernador, “amir”, era el responsable de la administración civil y militar de su provincia y contaba con la ayuda de un “amil”, que tenía que ingresar en el Tesoro del Estado las contribuciones de la provincia.
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