4 de marzo de 2023

EL NACIMIENTO DE LOS TEMPLARIOS

 

Durante el reinado de Balduino II, un francés vino de Roma para rezar en Jerusalén. Había hecho el voto de no volver nunca más a su país, y de hacerse monje, después de haber ayudado al rey en la guerra durante tres años, él y los treinta caballeros que le acompañaban, y de terminar sus días en Jerusalén.

Cuando el rey y los barones vieron que se habían distinguido en la guerra, y que habían sido útiles en la ciudad durante su servicio en esos tres años, aconsejaron a este hombre que sirviese en la Caballería, con aquellos que estaban con él, en vez de hacerse monjes, para trabajar a favor de la salvación de su alma y defender estos lugares de los ladrones.

Este hombre, que se llamaba Hugo de Payns, aceptó el consejo; los treinta caballeros que lo acompañaban se unieron a él. El rey les cedió la Casa de Salomón para que viviesen en ella, y algunas aldeas para su subsistencia. Además, el patriarca les cedió algunas aldeas de la Iglesia.

Se les impuso una regla de vida de tipo monástico: no podían tener mujeres, ni bañarse nunca, no podían poseer nada propio, sino que tenían que poner todo en común. Y por todas partes estas costumbres comenzaron a diferenciarse: su reputación se extendió por todos los países hasta el punto que algunos príncipes reales, reyes, los grandes y humildes, vinieron a unirse a ellos en esta hermandad espiritual.

Todos los que se convertían en hermanos entregaban a la comunidad todo lo que poseían: aldeas, ciudades o cualquier otra cosa. Multiplicaron, desarrollaron y acabaron poseyendo tierras no solo en Palestina, sino especialmente en los países unidos a Italia y Roma.

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