CONTAR EL TIEMPO EN LA EDAD MEDIA
Para el hombre de la Europa Medieval el tiempo
tenía dos referentes fundamentales: uno de carácter físico, el sol; otro de
tipo cultural, las campanas de las iglesias.
La salida del sol para los campesinos la señal
del comienzo de la jornada y la puesta del sol, su final. El curso del tiempo
variaba de unas estaciones a otras, siendo más larga la jornada en verano y más
corta en invierno.
La cristianización de la sociedad Europa se
tradujo en la superposición de otros sistemas para contar el tiempo, con los
que se buscaba una distribución adecuada de las oraciones de los eclesiásticos.
Las veinticuatro horas del día y de la noche, se dividían de acuerdo a las
horas canónicas.
Cada tres horas las campanas de las iglesias de
los monasterios anunciaban el rezo correspondiente: a medianoche, Maitines; a
las tres, Laudes; a las seis, Prima; a las nueve de la mañana, Tercia; a
mediodía, Sexta; a las 15 horas, Nona; a las 18, Vísperas; y a las 21,
Completas. Por lo que para los monjes la jornada empezaba a medianoche. En
algunas órdenes religiosas perduran estos horarios.
Está división del tiempo no era rígida,
adaptándose a las estaciones sobre todo de verano e invierno. Al dividirse el
día en horas canónicas, el calendario anual estaba relacionado con las fiestas
de la Iglesia.
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