ESCLAVOS EN LOS CAMPOS DE ALGODÓN
En los campos de algodón, los esclavos, realizaban su
trabajo bajo la atenta mirada del capataz. Éste solía pasearse por la finca a
caballo, supervisando las labores y azotando a los esclavos cuando lo creía
necesario. Llevaba un arma de fuego para prevenir posibles rebeliones o
intentos de fuga.
Trabajaban de sol a sol y, cuando había luna llena, hasta la
medianoche. Trabajan estando enfermos, solo cuando su estado era muy grave se
les permitía descansar y recuperarse. No recibían ni medicinas ni cuidados
especiales.
Los esclavos solo descansaban quince minutos al día para
comer su asignación de tocino salado. Tenían libre tres días al año, por
Navidad. En esos días aprovechaban para casarse, una práctica que alentaban los
amos, ya que proporcionaba estabilidad emocional, evitando las fugas. Además,
los matrimonios permitían aumentar el número de esclavos. La mayoría de las
ceremonias las oficiaban los amos, por lo que no eran legales. Muchos
matrimonios se rompían cuando uno de la pareja de esclavos era vendido.
Los esclavos vivían en cabañas o barracones húmedos con
camastros repletos de pulgas. La falta de higiene y la mala alimentación
provocaban la muerte prematura de muchos de ellos. Muchos de ellos morían de
tifus, disentería, tuberculosis y por accidentes laborales, suicidios y
asesinatos. La esperanza de vida era de 22 años (los blancos 42) muy pocos
llegaban a cumplir los 60, era un milagro.
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