26 de mayo de 2020

ESCLAVOS EN LOS CAMPOS DE ALGODÓN


 
En los campos de algodón, los esclavos, realizaban su trabajo bajo la atenta mirada del capataz. Éste solía pasearse por la finca a caballo, supervisando las labores y azotando a los esclavos cuando lo creía necesario. Llevaba un arma de fuego para prevenir posibles rebeliones o intentos de fuga.

Trabajaban de sol a sol y, cuando había luna llena, hasta la medianoche. Trabajan estando enfermos, solo cuando su estado era muy grave se les permitía descansar y recuperarse. No recibían ni medicinas ni cuidados especiales.

Los esclavos solo descansaban quince minutos al día para comer su asignación de tocino salado. Tenían libre tres días al año, por Navidad. En esos días aprovechaban para casarse, una práctica que alentaban los amos, ya que proporcionaba estabilidad emocional, evitando las fugas. Además, los matrimonios permitían aumentar el número de esclavos. La mayoría de las ceremonias las oficiaban los amos, por lo que no eran legales. Muchos matrimonios se rompían cuando uno de la pareja de esclavos era vendido.

Los esclavos vivían en cabañas o barracones húmedos con camastros repletos de pulgas. La falta de higiene y la mala alimentación provocaban la muerte prematura de muchos de ellos. Muchos de ellos morían de tifus, disentería, tuberculosis y por accidentes laborales, suicidios y asesinatos. La esperanza de vida era de 22 años (los blancos 42) muy pocos llegaban a cumplir los 60, era un milagro.

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