LOS REMEDIOS DEL DOCTOR REESE
En 1832, una horrible epidemia de cólera provocó más de
cinco mil víctimas en la ciudad de Nueva York. En poco tiempo se supo quién era
“el paciente cero”. Se trataba de un señor apellidado Fitzgerald, un forastero
recién llegado a la ciudad, que fue señalado porque había contraído el cólera,
porque había recibido un baúl de ropa usad de Irlanda, donde había una epidemia
de cólera, además de porque Fitzgerald tenía una vida social muy agitada, que
fue la causante de que extendiese la enfermedad por toda la ciudad.
Para muchos doctores el cólera tenía otras causas. Para el
doctor Reese, la enfermedad era producida por la putrefacción de la comida en
el estómago, causada por los excesos con las bebidas alcohólicas. Reese decía que cualquier médico que creyese que el cólera
era una enfermedad contagiosa es un tonto de remate a quien no debería
permitirse ejercer la medicina. El cólera no es más contagioso que el tifus, la
disentería o la fiebre amarilla, dolencias que no son transmitidas por materia
contaminada, como pretenden algunos, sino que son síntomas provocados por el
coñac, la cerveza, el vino y otros licores.
El tratamiento según Reese consistía en la prohibición del
alcohol y la aplicación de sangrías, para dar salida a la circulación oprimida.
Además, para comprobar también el diagnóstico, ya que en los aquejados de
cólera al abrir la vena, se verá que la sangre tiene prácticamente el color y
la consistencia de la brea.
Otros médicos no estaban de acuerdo con el tratamiento de
Reese. Ellos lo que hacían, con un gran éxito comercial, una vez sangrado el
paciente, medir la cantidad de sangre extraída y hacer que el paciente
ingiriese una cantidad idéntica de coñac.
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