TERMAS ROMANAS
En el siglo I a. C., el ingeniero Cayo Sergio Orata, diseñó un sistema con el que calentar las habitaciones de las termas: el hipocausto. Las termas constaban de un caldarium (sala de baño caliente), un tepidarium (templado) y un frigidarium (frío). En las termas más grandes, se añadían una sauna, un gimnasio, una sala de masajes, una piscina al aire libre, una sala para frotarse la piel, una zona para tomar el sol, y un vestuario. Además, en algunas se podían encontrar bibliotecas, tiendas, salas de reuniones, etcétera.
Cayo Sergio Orata colocó el suelo del caldarium sobre unos pilares construidos con ladrillos de pequeña altura y separados entre sí unos sesenta centímetros, de esa manera soportaban un lecho de cemento con pavimento de ladrillo. El aire caliente que llegaba de un horno llenaba el espacio entre las columnas, de esa manera llegaba el calor a la piscina situada encima. Parte de ese calor se dirigía a los conductos de las paredes, eso ayudaba a caldear la habitación superior.
Para conseguir una sauna, era suficiente con dejar que el suelo del caldarium alcanzara su temperatura máxima antes de llenarlo con algunos centímetros de agua. En los baños que estaban mejor diseñados, las distintas piscinas estaban situadas a diferentes alturas.
El suelo más elevado era el del frigidarium. Sus aguas desbordadas llenaban la piscina del tepidarium que, como se encontraba situada a cierta distancia del horno, solo alcanzaba temperaturas medias. Al mismo tiempo, el contenido de esa piscina templada iba llenando la del caldarium.
El invento de Cayo Sergio Orata tuvo una difusión muy extensa. Toda la población con cierto número de habitantes contó con unos baños públicos. Los de clase superior contaban con uno en casa.
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