ORIGEN DEL CORTACÉSPED
Desde la antigüedad, las casas de la nobleza tenían césped muy bien cuidado en sus jardines. Tenerlo era signo de prestigio y de buen gusto. A mediados del siglo XVIII visitó Europa el novelista norteamericano Nathanael Hawthorne, y escribió en sus apuntes cuánto le había decepcionado lo bien cuidado que estaba el césped, ya que a él lo que le encantaba era que brotase salvajemente.
Durante siglos, antes de que se inventara el cortacésped la hierba se dejaba crecer hasta que molestaba para caminar sobre ella. A principios del siglo XIX, ante la popularidad del golf, se puso de moda cortar el césped, para hacerlo se utilizaba un cortacésped muy original, un rebaño de ovejas.
En 1830, Edwin Budding, patentó una segadora de césped. Se trataba de un rodillo de medio metro de diámetro que utilizaba unas cuchillas rotatorias. Era mejor que la guadaña ya que era más rápido. En 1860 se hicieron experimentos con distintas versiones del cortacésped de Budding en fincas inglesas, convirtiéndose en el método ideal para crear praderas artificiales de poca altura. Estas máquinas tenían un inconveniente, ya que debían de ser arrastradas por caballerías, ya que eran enormes y pesadas, además las patas de los animales estropeaban el césped y hacían sus necesidades en él.
En 1880, en Francia se intentó aplicar energía del vapor a un cortacésped, pero fue un gran fracaso. El triunfo definitivo lo consiguió Edwin George, un coronel americano que en el año 1919 instaló en una segadora mecánica manual un rodillo y cuchillas que se accionaban con un motor de gasolina, ese motor lo había cogido de la lavadora de su mujer. De esa manera nació el cortacésped de motor de explosión.
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