HIGIENE EN EL SIGLO XVIII
Creían que la salud del cuerpo dependía del buen equilibrio entre los cuatro humores: sangre, pituita, bilis amarilla y atrabilis. Los malos humores se expulsaban a través de procesos naturales como los vómitos, el sudor y las hemorragias, si no funcionaban se aplicaban purgas y sangrías.
Desde el siglo XIV, los médicos desaconsejaron los baños calientes ya que consideraban que el agua facilita el contagio de la peste. Ya que el calor abre los poros, creían que se introducían miasmas en el organismo, los miasmas eran efluvios malignos producidos por cuerpos corruptos o aguas estancadas.
El miedo a los miasmas se convirtió en una obsesión. Para garantizar la salud había que hacer circular el aire, por ese motivo se debían evitar los vapores de agua y la condensación, sobre todo si se producía en espacios cerrados. Los malos olores también se consideraban un indicativo de la presencia de aire viciado, para evitarlos perfumaban el aire.
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