LAS RAREZAS DE FELIPE II
Felipe II, no era tímido con respecto a las cosas de su
reino, pero sí lo era con respecto a su vida personal. Cuando su primera esposa
llegó a Salamanca para la boda, él se disfrazó y la vio pasar escondido tras
una ventana. De una forma idéntica actuó en Toledo cuando llegó su tercera
prometida. Huía cuando sus situaciones personales eran tristes.
Huyó al monasterio del Abrojo en Valladolid, cuando murió su esposa María, ni
siquiera asistió al entierro. Huyó de Alcalá de Henares, bajo una intensa
lluvia, cuando creía que su hijo Carlos se moría.
En una ocasión se encontraba en Portugal, en el mismo
palacio, tenía alojadas a su hermana María y a su hija, sor Margarita de la
Cruz, que iba a ingresar en las Descalzas Reales. Felipe II se enamoró de su
sobrina y quiso casarse con ella. Para ello, le tenía que confesar su amor,
diciéndoselo a su hermana. Para decírselo se le ocurrió escribirle una carta a
su amada.
Cuando recibía malas noticias se ponía enfermo y sufría
diarreas. Siempre retrasaba sus decisiones alegando dolores de cabeza y
malestar. Sufría unas fiebres intermitentes que le provocaban una sed que no
calmaba por más que bebiera. Se disfrazaba, refugiado por la oscuridad de la noche, para
recorrer Madrid y enterarse de lo que opinaba el pueblo sobre él, mientras se
construía el Monasterio de El Escorial.
Estaba obsesionado con su limpieza personal, cuentan que era
el hombre más limpio, aseado y cuidadoso con su higiene que nunca se había
visto sobre la faz de la tierra. No podía soportar una pequeña mancha en la
pared o en techo de sus habitaciones, mucho menos en sus ropas o en su cuerpo.
Felipe II dejó escrito que cuando muriera, se fabricara un
ataúd con los restos de la quilla de un barco desguazado, cuya madera era
incorrupta. Pidió que le enterrasen en una caja de cinc, bien apretada para
evitar el mal olor.
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