15 de diciembre de 2015

PROTOCOLO EN LA MESA EN EL SIGLO XVI


El protocolo en la mesa del siglo XVI no se parecía en nada a la de hoy en día. Los reyes, los burgueses, los señores comían en su antecámara. Normalmente, ese aposento era embaldosado y se adornaba con enormes aparadores de nogal o roble lujosamente tallados.

En los banquetes los comensales se colocaban sólo por un lado, dejando libre el otro para colocar las fuentes y bandejas. El puesto de honor era la cabecera de la mesa, donde se colocaba a la persona que se quería honrar. Ésta tenía ciertos privilegios: un lacayo permanente detrás de ella y cambio frecuente de platos y servilletas durante el banquete. Antes de empezar a comer se lavaban las manos en bonitas palanganas de plata y se rezaba el Benedicite.

La mesa familiar era de forma rectangular; el padre se sentaba en el centro y a su lado la madre y a ambos lados los hijos: los hijos en el lado del padre, las niñas junto a la madre.

La mesa se cubría con un mantel blanco que tenía que caer casi hasta el suelo. Se ponía un plato para cada comensal; encima del plato, el cubierto, un panecillo y tapándolo todo la servilleta. No se podían vasos ni copas; cada vez que se quería beber había que pedirlo; entonces le traían vaso o copa, ya servidos, en una bandeja que se retiraba enseguida.

Tanto las servilletas como los manteles se planchaban con muchísimo almidón para que quedaran marcados los cuadros de los dobleces. Estos cuadros se hacían muy simétricos.

Tanto en España como en Francia, se colocaban en la mesa una serie de platos que quedaban permanentes, y de los que se servía a discreción durante toda la comida; éstos eran: jamones, cabezas de jabalí, carnes, fiambres, frutas variadas, etc.

En los grandes banquetes había dos mesas, una para las damas y otra para los caballeros. En la época de Isabel la Católica, las damas y caballeros de la corte comían juntos. Su confesor la regañó porque lo permitía. Isabel se disculpó diciendo “que así lo había visto siempre en la corte de su padre y en la de Portugal, pero que iba a enterarse bien y si ofrecía algún inconveniente esta promiscuidad, que la prohibiría…”.

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