HISTORIA DE LA CORBATA
Las primeras corbatas tienen orígenes militares. Los romanos
utilizaban una especie de bufanda que los legionarios enrollaban al cuello,
dejándola caer hacia abajo, en forma de corbatín. La llamaban “focale”. Era una
prenda muy importante, ya que evitaba rozaduras. En 1600 la utilizaban las
tropas suecas.
50 años después era habitual ver, algo parecido a una
corbata, en los trajes militares de los regimientos de Luis XIV de Francia. Se
trataba de un pañuelo de color, enrollado en el cuello.
La palabra castellana “corbata” se utiliza desde el año
1704. El término proviene del italiano “crovatta”, porque los jinetes croatas
la llevaban al cuello y también en la punta de sus lanzas.
En el siglo XVII, se instituyó una ordenanza en la que se
advertía que debía llevarse “bien ajustada, metida bajo la chupa o retorcida y
metida en un ojal de la casaca”. En el siglo XIX, en un burdel madrileño, había
un salvoconducto para distinguir a sus clientes habituales mediante una corbata
con las puntas colgando.
En 1804, Esteban Demarelli, daba en París clases para
hacerse el nudo de la corbata. Se escribieron tratados sobre ella. Aparecieron
manías supersticiones; llevar el nudo de la corbata torcido era signo de
desgracia.
En el siglo XIX, en todas las tiendas de Europa y
Norteamérica se comercializaban corbatas. Se confeccionaban todo tipo de
diseños y de materiales. En torno a ella también surgieron alfileres,
pasadores, botones.
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