MUERTOS QUE NO LO ESTABAN
Después de tres horas de intentar reanimar al bebé, cuando
ya pensaba que no había nada que hacer, el recién nacido empezó a respirar, volviendo
a la vida. Hacía siete horas que la madre había muerto, a pesar de eso, al
doctor le llamó la atención que no la señora no tuviera rigidez cadavérica. Ante
la duda, ordenó que no la enterrasen hasta que el cuerpo no estuviera rígido. Mientras tanto recomendó que le golpeasen el hueco de las
manos y le frotasen con vinagre la cara, los ojos y la nariz. A las dos horas
la madre también volvió a la vida.
Un tal doctor Goudard escribió que en el año 1885 fue
avisado a las cuatro de la madrugada para ir a casa de un paciente, de unos
sesenta años, que había muerto, al que él había visitado hacía unos días a
causa de una neumonía doble. Durante una hora hizo lo que pudo para volverle a
la vida, al no conseguirlo, empezó a redactar el parte de defunción.
Antes de marcharse pensó en volver a ver al señor y
aplicarle el “Martillo de Mayor” (Consiste en la aplicación, sobre el pecho, de
un martillo que se ha calentado en agua hirviendo) hasta quemar profundamente
la piel de la región del pecho. Al instante notó que movía los párpados, siguió
estimulándolo, y en pocos minutos volvió a vivir.
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