25 de marzo de 2014

JUICIO AL PAPA FORMOSO DESPUÉS DE MUERTO


Formoso (816-896) fue el papa número 111 de la Iglesia católica, de 891 a 896. Para unos era un buen papa, para otros era alguien intrigante con demasiadas ansias de poder. Durante su papado se preocupó del arreglo de la Basílica de San Pedro, mandó pintar un cuadro que representaba a Cristo entre los santos Pedro y Pablo, Lorenzo e Hipólito, etc. También hizo cosas malísimas como destronar y coronar reyes a su antojo, meterse en guerras. Se metió en tantos líos que murió violentamente a los cinco años de su elección como papa.

El papa llevaba nueve meses enterrado cuando Lamberto de Spoleto (880 d. C.-898 d. C.) (Duque de Spoleto, Rey de Italia y emperador carolingio o de Occidente) que aspiraba a la corona real, estaba enfadado con el papa Formoso por que éste había coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a Arnulfo de Baviera. Cuando Lamberto controlaba Italia, exigió a Esteban VI, el papa sustituto de Formoso, que lo desenterrara y declarara nulo su pontificado. Eso fue el principio del “Concilio Cadavérico” o “Sínodo del Terror”.

De esa manera Formoso fue desenterrado y sentado ante el tribunal. Vestía sus ropas sagradas y llevaba la mitra en la cabeza. Para que se aguantara sentado lo tuvieron que atar al sillón para que no terminase en el suelo.

Comenzó el interrogatorio, la principal acusación contra la momia era que siendo obispo de la diócesis de Porto, la había abandonado para ocupar como papa la diócesis de Roma. Como no se podía defender, lógico, se le asigno un abogado defensor para que contestara en su lugar. Después de acusarlo de casi todo, el juicio quedó visto para sentencia.

El papa Formoso fue declarado indigno servidor de la iglesia, su pontificado quedó ilegítimo y se dictó que todo lo que había hecho y dicho quedaba anulado. Se destruyó todo lo relacionado con él y lo borraron de la historia.

Antes de terminar se le despojaron de las vestiduras, del gorrito papal y de todos los símbolos papales. Como única prenda le dejaron el cilicio que había llevado toda su vida. Como “último regalo” le cortaron los tres dedos con los que bendecía. Los restos fueron arrojados al río Tíber.

Según cuenta la leyenda se enredaron en las redes de un pescador (otra leyenda dice que fue después de la crecida del Tíber, salieron a la superficie), que lo sacó del río y lo escondió. Cuando tiempo después aparecieron en Roma los restos, los desenterraron y el papa Teodoro II le devolvió sus ornamentos papales, lo restableció en la historia del papado y se le enterró como correspondía a un papa.

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