13 de marzo de 2014

LAS ÚLTIMAS VOLUNTADES DE FELIPE II


El rey Felipe II estaba obsesionado con los santos. Llevaba sus estampas y reliquias a todos sitios, según decía para sentirse más protegido. Felipe II estuvo agonizando, con terribles dolores a causa de la gota, durante dos meses.

Sabiendo que le quedaba poco de vida, se quiso rodear en sus habitaciones de todas sus reliquias. Mandó que le trajeran la rodilla de San Sebastián; una costilla de San Alonso; el brazo de San Vicente Ferrer; un hueso de San Iván, etc. Cada mañana, le acercaban todas las reliquias para besarlas y pasárselas por la pierna enferma de gota.

Otra de sus obsesiones fue dejar dicho como debía ser su funeral. Ordenó que abrieran el ataúd de su padre, el emperador Carlos V, para ver cómo estaba amortajado y colocado, porque quería que lo pusieran igual. Dispuso también cómo debía ser su féretro y pidió que estuviera terminado con antelación para ver si le gustaba. Ordenó que se construyera un ataúd de plomo para que al cerrarlo herméticamente no provocase malos olores, luego debía introducirse en otro fabricado con la madera del “árbol del paraíso”.

Cuando murió, el 13 de septiembre de 1598, y se abrió el testamento. Sus últimas voluntades en cuanto a oficios religiosos en su memoria eran: Celebrar 62.500 misas, y cuando se hubieran celebrado éstas, ordenó otras seis misas diarias, mas 24 de réquiem en los aniversarios de su nacimiento y su muerte, y alguna que otra ceremonia más. Por último pidió que siempre hubiera dos frailes jerónimos rezando permanentemente frente a su sepulcro.

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