LAS ÚLTIMAS VOLUNTADES DE FELIPE II
El rey Felipe II estaba obsesionado con los santos. Llevaba sus
estampas y reliquias a todos sitios, según decía para sentirse más protegido.
Felipe II estuvo agonizando, con terribles dolores a causa de la gota, durante
dos meses.
Sabiendo que le quedaba poco de vida, se quiso rodear en sus
habitaciones de todas sus reliquias. Mandó que le trajeran la rodilla de San
Sebastián; una costilla de San Alonso; el brazo de San Vicente Ferrer; un hueso
de San Iván, etc. Cada mañana, le acercaban todas las reliquias para besarlas y
pasárselas por la pierna enferma de gota.
Otra de sus obsesiones fue dejar dicho como debía ser su
funeral. Ordenó que abrieran el ataúd de su padre, el emperador Carlos V, para
ver cómo estaba amortajado y colocado, porque quería que lo pusieran igual. Dispuso
también cómo debía ser su féretro y pidió que estuviera terminado con
antelación para ver si le gustaba. Ordenó que se construyera un ataúd de plomo
para que al cerrarlo herméticamente no provocase malos olores, luego debía
introducirse en otro fabricado con la madera del “árbol del paraíso”.
Cuando murió, el 13 de septiembre de 1598, y se abrió el testamento. Sus últimas voluntades
en cuanto a oficios religiosos en su memoria eran: Celebrar 62.500 misas, y
cuando se hubieran celebrado éstas, ordenó otras seis misas diarias, mas 24 de
réquiem en los aniversarios de su nacimiento y su muerte, y alguna que otra ceremonia
más. Por último pidió que siempre hubiera dos frailes jerónimos rezando
permanentemente frente a su sepulcro.
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