HISTORIA DE LA ANESTESIA

Los asirios conocían un método, con cierto grado de peligro, para anestesiar a una persona, comprimían la carótida a nivel del cuello, eso provocaba un estado comatoso que aprovechaban para la cirugía del paciente.

En las civilizaciones del Tigris y del Éufrates empezaron a utilizarse los narcóticos vegetales, como la adormidera, la mandrágora, el hachís, etc., los cultivaban en Persia y la India.

A los niños del Antiguo Egipto se les daba adormidera por las noches para que durmiesen sin despertarse y así dejar descansar a los padres.

Hipócrates utilizaba una “esponja soporífera” que estaba empapada con beleño, mandrágora y opio. Decía que una vez que se sabía la enfermedad, el cirujano debía preparar el sitio donde iba a operar, con una buena iluminación, las manos y las uñas limpias, y tener destreza con los dedos sobre todo el índice y el pulgar. Paracelso, alquimista, astrólogo y médico suizo,  mezclaba ácido sulfúrico con alcohol caliente, esta mezcla daba sueño.

En 1665 Segismund Elsholth inyectó una solución de opio para producir insensibilidad al dolor. En el siglo XVII, en Inglaterra, se intenta inyectar el opio intravenoso mediante el cañón de una pluma. En 1721 en el diccionario inglés de Bailey, aparece por primera vez la palabra “anaesthesia”.

La anestesia con éter fue descubierta en Boston en 1840. En 131 ya se había elaborado y utilizado el cloroformo. El 16 de octubre de 1846 fue el primero en el que un médico de Boston, William Morton, utilizó el éter como anestésico. Morton era un dentista que ayudado con un científico llamado Warren y patentaron un producto anestésico que llamaron “letheon” (éter sulfúrico). A partir de ese momento ha ido avanzando hasta llegar a los tipos de anestesia que todos conocemos.

El médico griego Dioscórides fue el encargado de “inventar” la palabra anestesia.