LA MUJER SAMURÁI
La esposa de un samurái se encargaba de la administración del patrimonio de su marido cuando estaba en la guerra, del suministro de víveres y supervisaba el trabajo de los trabajadores y de los sirvientes.
La mujer del samurái tenía que cumplir con sus deberes y la lealtad que debía a su esposo, y con idéntica intensidad que éste. Para ello recibía, desde niña, la misma educación en disciplina y autocontrol, en los usos y en las estructuras de la sociedad y en los principios confucianos, que le atribuían una mayor consideración social.
Incluso se la preparaba en las artes marciales, con armas de uso femenino como la “naginata” que era una lanza con hoja curva, o el “yari”, lanza de hoja recta. Hubo muchas mujeres guerreras y de gran poder, como Masako, la viuda de Minamoto Yoritomo, más conocida como la “monja de Shogun” que en el siglo XIII condujo el país con manos de hierro.
Se cuentan historias de lealtad al esposo por parte de las samuráis, como por ejemplo, mujeres que se habían suicidado antes de que el samurái marchara al combate, para que así éste pudiera afrontar libremente la muerte, sin ataduras emocionales de ningún tipo.
La mujer del samurái tenía que cumplir con sus deberes y la lealtad que debía a su esposo, y con idéntica intensidad que éste. Para ello recibía, desde niña, la misma educación en disciplina y autocontrol, en los usos y en las estructuras de la sociedad y en los principios confucianos, que le atribuían una mayor consideración social.
Incluso se la preparaba en las artes marciales, con armas de uso femenino como la “naginata” que era una lanza con hoja curva, o el “yari”, lanza de hoja recta. Hubo muchas mujeres guerreras y de gran poder, como Masako, la viuda de Minamoto Yoritomo, más conocida como la “monja de Shogun” que en el siglo XIII condujo el país con manos de hierro.
Se cuentan historias de lealtad al esposo por parte de las samuráis, como por ejemplo, mujeres que se habían suicidado antes de que el samurái marchara al combate, para que así éste pudiera afrontar libremente la muerte, sin ataduras emocionales de ningún tipo.
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