ANIBAL Y LOS ELEFANTES
En un prodigio de cálculo y audacia, el general cartaginés Aníbal cruzó los Alpes dispuesto a acabar con el poder de Roma. Partió de Cartago Nova (actual Cartagena), el principal enclave púnico en Iberia, a principios del verano de 218 a. C., con un ejército formado por 90.000 infantes, 12.000 jinetes y unos cuarenta elefantes.
La primera dificultad importante con los elefantes se presentó a la hora de cruzar el Ródano. El paso del río se realizó mediante balsas, se habilitaron dos almadias (balsas hechas con troncos de madera) de 200 pies de largo y 50 de ancho, cubiertas de tierra como si fueran un puente, para que no se asustasen los animales. La primera estaba amarrada a la orilla, pero no la segunda, unida a la anterior con cuerdas.
Cuando un grupo de elefantes se ponía sobre ella, era remolcada por varias embarcaciones hasta la ribera opuesta. Algunos elefantes, asustados, cayeron al agua o se lanzaron a ella. Sus indios (los conductores) murieron todos, pero los elefantes se salvaron, gracias a la longitud de sus trompas, que levantaban por encima del agua, inspirando y exhalando a la vez, resistieron la corriente, haciendo erguidos la mayor parte de la travesía.
El paso de los Alpes, fue más dramático, Aníbal no logró llegar a esta cordillera antes de finales de otoño, de modo que los elefantes tuvieron que afrontar una terrible marcha sobre la gruesa capa de nieve y también el hambre, pues en las alturas superiores no había pasto. El ejército tuvo que ensanchar algunos de los pasos, para que los animales pudieran pasar por ellos.
Los que no perecieron por agotamiento, accidentes o enfermedad al cruzar los Alpes caerían victimas del riguroso invierno, de manera que, antes de la batalla de Trasimeno, Aníbal iba montado en el único elefante que les quedaba llamado “el sirio”, que utilizaba para dar realce a su figura, cuando las circunstancias lo requerían.
Privado de estos instrumentos de guerra, el general púnico tuvo que cambiar su táctica de combate, a la hora de enfrentarse a los romanos. Tras la rendición de Capua se enviaron a Aníbal desde Cartago cuarenta elefantes más.
La primera dificultad importante con los elefantes se presentó a la hora de cruzar el Ródano. El paso del río se realizó mediante balsas, se habilitaron dos almadias (balsas hechas con troncos de madera) de 200 pies de largo y 50 de ancho, cubiertas de tierra como si fueran un puente, para que no se asustasen los animales. La primera estaba amarrada a la orilla, pero no la segunda, unida a la anterior con cuerdas.
Cuando un grupo de elefantes se ponía sobre ella, era remolcada por varias embarcaciones hasta la ribera opuesta. Algunos elefantes, asustados, cayeron al agua o se lanzaron a ella. Sus indios (los conductores) murieron todos, pero los elefantes se salvaron, gracias a la longitud de sus trompas, que levantaban por encima del agua, inspirando y exhalando a la vez, resistieron la corriente, haciendo erguidos la mayor parte de la travesía.
El paso de los Alpes, fue más dramático, Aníbal no logró llegar a esta cordillera antes de finales de otoño, de modo que los elefantes tuvieron que afrontar una terrible marcha sobre la gruesa capa de nieve y también el hambre, pues en las alturas superiores no había pasto. El ejército tuvo que ensanchar algunos de los pasos, para que los animales pudieran pasar por ellos.
Los que no perecieron por agotamiento, accidentes o enfermedad al cruzar los Alpes caerían victimas del riguroso invierno, de manera que, antes de la batalla de Trasimeno, Aníbal iba montado en el único elefante que les quedaba llamado “el sirio”, que utilizaba para dar realce a su figura, cuando las circunstancias lo requerían.
Privado de estos instrumentos de guerra, el general púnico tuvo que cambiar su táctica de combate, a la hora de enfrentarse a los romanos. Tras la rendición de Capua se enviaron a Aníbal desde Cartago cuarenta elefantes más.
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