EL ORIGEN DE LAS FLORES DORADAS (LEYENDA ARGENTINA)
Un joven pastor se encontró en el suelo unos restos de animales que llamaron su atención. Siguió las huellas y se adentró en una cueva oscura en la que entró gateando. Vio que las piedras que se le pegaban a las manos eran pepitas de oro.
Cuando llegó a su tribu contó a sus amigos lo ocurrido, decidieron ir juntos a recoger el oro, pero cuando llegaron a la puerta de la cueva vieron a un ser extraño, mitad hombre, mitad anaconda. Todos murieron de la impresión menos el joven pastor, que después de lo ocurrido, formó cuadrillas para atrapar al monstruo. Los hombres con palos lo rodearon y lo apresaron, metiéndolo en una carreta para matarlo. El monstruo no ofreció resistencia y les dijo que no lo matasen, ya que les daría oro en abundancia, pero si lo mataban el lago inundaría sus campos y sus casas, se quedarían sin nada y después llegarían unos horribles seísmos.
La bestia empezó a escupir pepitas de oro que la gente recogía. Volvieron a cargar al monstruo en el carro para llevarlo a la cueva, pero al llegar, el paisaje había cambiado y al mirar al carro, la criatura había desaparecido. Cuando quisieron recuperar sus pepitas de oro estas se habían convertido en flores. El bosque se cubrió de estas pequeñas flores doradas conocidas como “kuram-filu” o huevos de culebra.
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