THÉOPHILE GAUTIER Y LAS MANOLAS ESPAÑOLAS
Théophile Gautier fue pintor, dramaturgo, poeta, periodista, fotógrafo, además fue un incansable viajero. En mayo de 1840, junto a un amigo emprendió un viaje por España. Sobre ello escribió un libro en 1843 llamado “Tra los montes”.
Sobre las manolas escribió:
"La “manola” es un tipo desaparecido; lo mismo que las grisetas de París o las transtiberianas de Roma. Nos las habían ponderado mucho y es posible que existan, pero sin carácter pintoresco y audaz. En otro tiempo se las veía por el prado con sus ademanes pintorescos y su traje peculiar, hoy es muy difícil distinguirlas entre las burguesitas y las mujeres de los comerciantes.
He procurado encontrar a la manola auténtica por todos los rincones de Madrid; en los toros, en el jardín de las Delicias, en el Nuevo Recreo, o en San Antonio de la Florida y no he hallado ninguna que respondiese al tipo.
Cierto día, paseando por el rastro, después de haber pasado sobre el cuerpo de innumerables mendigos tendidos en tierra, que dormían arropados en sus andrajos, desemboqué en una callejuela desierta. Allí encontré por primera y única vez a mi perseguida manola.
Era una muchacha alta, fuerte, de unos veinticuatro años, que es la edad máxima permitida a las grisetas y a las manolas. Su rostro era moreno, firme y triste la mirada; boca sensual y un algo de africano en el estilo de su cara. Ostentaba una hermosa mata de pelo, azul a fuerza de ser negro, trenzada como el asa de un cesto y sujeta a la cabeza por una gran peineta de teja; en sus orejas lucía unos pendientes de coral y en su cuello moreno se veía un collar de la misma clase; una mantilla de terciopelo negro encuadraba su cabeza y sus hombros; el traje, de paño bordado, corto como el de las suizas de Berna, mostraba unas piernas finas y nerviosas, ceñidas por medias de seda negras, muy tirantes; los zapatos era de raso, anticuados de forma y el abanico encarnado temblaba como una mariposa violenta entre sus dedos, recargados de sortijas de plata.
Esta manola, que podemos considerar la última, volvió la esquina de la callejuela y desapareció, dejándome asombrado de haber visto en la vida real un disfraz de ópera".
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