EL CLERO SEGÚN BARTHÉLEMY JOLY
Barthélemy Joly, consejero del rey de Francia, escribió un libro durante su viaje por España entre los años 1603 y 1604: “Voyage en Espagne”. Sobre el clero dice:
“El clero vive allí una vida muy cómoda, haciendo respetable el hombre de iglesia no solamente la tonsura perpetua y por una madurez afectada en el continente y apostura, que se hace llamar padre de todos, sino también por el acompañamiento de un criado y de una mula y la molestia de su propio hábito, consistente en una larga sotana, algunas veces sin más abertura que para pasar la cabeza; se llama loba y se lleva sin cinturón y abotonada hasta debajo del cuello, con un alzacuello que sale más de un dedo por fuera; además de eso, la capa muy larga, todo ello de buenas telas, lo que honra tanto a la iglesia como le es oprobio la mendicidad de los sacerdotes.
En cuanto a sus costumbres y acciones en la iglesia y en particular, los sacerdotes de las ciudades de Francia nada tienen que envidiar a los españoles. Los religiosos se comportan en proporción de los curas muy por encima, y van la mayor parte en carroza, excepto los franciscanos descalzos, jesuitas y capuchinos. En este país es donde los frailes han encontrado su elemento.
Son llamados por todas partes padres, honrados, respetados, bien recibidos y bien vistos de todos y por todas partes. Los jóvenes son calificados de reverencias; los doctores de maestros; los antiguos y abades de paternidad. El nombre de monje entre ellos es honorable, y son los de San Benito, cistercienses, cartujos. Los otros se llaman frailes, a saber; los mendicantes y los que, residiendo en las ciudades, participan más de la acción.
En sus predicaciones, usan de una vehemencia demasiado grande, al decir incluso uno de ellos en uno de sus sermones impresos: “Esta gravedad y compostura, esta moderación en el decir es la que me contenta y apruebo, y confieso que soy del parecer que reprueba predicadores vocingleros que hacen gestos y meneos provocativos a risa, que lloran y piensan que imitan a Cristo, que son tanta suavidad abría su boca y enseñaba a todos”.
Pero apenas si hay entre los españoles nadie más que los eclesiásticos que sepan las letras y compongan los libros de ciencia, que es ocasión de que los asuntos del Estado y de suma importancia se conduzcan y lleven por ellos, que, de ordinario, son los consejeros de los reyes, presidentes en sus Consejos, se suerte que se puede decir que ellos están arreglados, según se interpreta, in hove et asino, mezclados en el servicio de Dios y del mundo.
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