8 de marzo de 2015

LA TRAGEDIA DEL CONCORDE


El 25 de julio del 2000, el vuelo AF4590 salió con una hora de retraso. Christian Marty, el piloto, había descubierto un fallo en el segundo motor de los cuatro Roll-Royce que propulsaban el avión Concorde. Después de sustituir la pieza, se dirigió a entrar en la pista 6, de cuatro kilómetros de longitud, del aeropuerto Charles de Gaulle, en París, su destino era Nueva York.

El avión había recorrido la mitad de la pista de despegue cuando desde la torre de control observaron que había fuego bajo el ala izquierda e informó al piloto. Se necesitaban tres kilómetros de pista para detener el Concorde, con las noventa toneladas de combustible en los depósitos y a casi trescientos treinta kilómetros por hora. Así que el piloto decidió aterrizar en el aeropuerto de Le Bourget, a cinco kilómetros de distancia.

Cuando el Concorde en llamas alzó el vuelo, lo hizo demasiado despacio y a muy baja altura. El segundo motor no tenía potencia suficiente y el primero dejó también de funcionar, los dos estaban situados en el ala izquierda. Fuera de control, el avión se inclinó hacia ese lado y avanzó unos metros más, a quince del suelo, mientras el ala afectada se iba fundiendo.

Unos segundos después el Concorde se estrelló contra un hotel de la localidad de Gonesse, un hotel de cuatro plantas del que no quedaron ni los cimientos. La investigación concluyó que una serie de descuidos y fallos encadenados de manera casual derribaron al Concorde, causando 113 víctimas(109 que iban a bordo y 4 del hotel).

Tres semanas más tarde se retiraba toda la flota operada por Air France y por British Airways. Catorce meses después volvieron a operar cuatro aviones de la compañía francesa y cinco de la inglesa. El miedo en los pasajeros y los elevados costes de mantenimiento de los aviones terminaron por condenar al Concorde que dejó de volar.

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