5 de diciembre de 2014

HISTORIA DE LA CAMISA


Una de las prendas de vestir más antiguas que se conocen es la camisa. La más antigua (hace unos tres mil quinientos años) conservada procede del ajuar funerario de un arquitecto egipcio que vivió en Tebas. La camisa egipcia era una pieza cortada de forma rectangular, doblada y cosida a los lados con una sola abertura estrecha por la que se pasaba la cabeza y las mangas, también estrechas, unas veces largas y otras cortas.

Los griegos la llamaban “Kamison”, y los romanos “Subucula”, porque se llevaba pegada a la piel, debajo de la ropa. La palabra castellana “Camisa”, procede del árabe “kamis”, que procede a su vez del griego “Kamison”.

San Isidoro de Sevilla contaba, en el siglo VII, que se había puesto de moda dormir en camisa. Esa costumbre desapareció en la Edad Media, en esa época se dormía desnudo. Una de las prendas más importantes de una doncella era la camisa. La camisa era también la mayor ofrenda que se le podía hacer a la Virgen María, costumbre que se mantuvo durante siglos. Cuentan que el duque de Salomón de Bretaña envió al papa Adriano II, en el siglo IX, treinta camisas, que eran más valiosas que el oro. En la Edad Media no se vestía una camisa nueva sin pasarla antes por la reliquia de un santo, ya que creían de que así la persona que la llevaba estaba libre de accidentes y enfermedades.

Según las reglas de Caballería Andante, la persona que iba a ser nombrado caballero, debía vestir una camisa de lino blanco recién estrenada, como símbolo de limpieza interior y de honor. La camisa no podía ser de seda. A partir del siglo XII, estos caballeros utilizaban como parte importante de su indumentaria una camisa blanca que se ponían con una gran ceremonia al levantarse de la cama y antes de partir hacia sus aventuras. Las damas correspondían a las invitaciones de esos caballeros con un retal de su camisa que, a modo de divisa, éstos llevaban.

La camisa española, solía estar bordada en oro. Era una prenda abierta, con puños, cuello y costuras cubiertas con piezas de metal y pedrería. Se exportaban a toda Europa. En el siglo XVI se empezaron a fabricar camisas de hilo. Las de mujer eran de gasa tan fina que casi eran trasparentes, así que una de esas camisas era sinónimo de atrevimiento y osadía. La camisa tal como la conocemos apareció en el siglo XIX.

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