BAÑERAS Y BAÑOS
La bañera más antigua que se conoce es de Creta, del año 1700 a. C., procede del Palacio de Cnosos, y es muy parecida a las bañeras de principios de siglo. En la antigüedad el baño tenía relación con la medicina y la magia. El baño se recomendaba el baño para curar enfermedades del cuerpo y del alma. Para curar el cuerpo había baños de distintos tipos: baños de tierra para curar la tuberculosis; de hojas de abedul, contra el reuma y la hinchazón; baños de heno, o de sauco, contra el dolor de huesos.
En la Grecia preclásica se encontraron ruinas de palacios pertenecientes a la acrópolis de Tirinto, donde había un recinto dedicado al baño, con bañeras de tierra cocida y desagües a lo largo del empedrado de piedra. Homero habla de bañeras de arcilla, de madera y de plata. Era costumbre ofrecer un baño a los huéspedes.
Los romanos utilizaban las termas que suponían un gran placer, donde además del agua fría y caliente y además de disfrutar de la sauna se divertían conversando, leyendo, o celebrando un banquete. Muchas familias tenían baño en sus hogares, pero la mayoría prefería visitar las termas y disfrutar con un buen masaje de manos de algún experto. Plinio, historiador y naturalista, curaba el asma en la bañera. Las bañeras de los romanos eran de mármol, de ónice, de pórfido, de bronce y de plata.
Con la caída del Imperio Romano, la cultura del baño decayó, pero no desapareció. En la Edad Media, en algunos lugares de Europa, como Alemania, existían unas casas de baño. En la España musulmana estaba muy de moda bañarse, y en la casas de la alta burguesía y de la nobleza islámica tenían en las habitaciones bañeras.
En el siglo XVIII se inventaron en Francia las bañeras con desagüe. En 1790, Benjamín Franklin se quedó tan impresionado por una bañera que en una de ellas escribió sus pensamientos científicos. Se llevó varias a Norteamérica. Todavía quedaba mucho tiempo para que su uso se popularizase.
En el siglo XIX ni siquiera en las casas de los nobles, ni siquiera en los palacios reales, tenían bañera. Cuando la reina Victoria de Inglaterra subió al trono en 1837, el Palacio de Buckingham no tenía ni una bañera. En 1868, Benjamín Maugham inventó el baño de agua caliente con calentador de gas. Tuvo tan mala suerte que explotó el calentador, situado junto a la bañera y el calentador y Benjamín aterrizaron en el suelo por la fuerte explosión. Poco tiempo después se vendía a domicilio el agua caliente.
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