23 de diciembre de 2014

HIROO ONODA EL SOLDADO REZAGADO


El teniente Hiroo Onoda, estaba destinado, al final de la Segunda Guerra Mundial, en la isla de Lubang, en Filipinas. A pesar de que los aliados tomaron la isla, el teniente y tres de sus compañeros se escondieron en la selva durante años. Para ellos la guerra no había terminado y no creían a los que intentaban convencerlos de ello.

Uno de los tres soldados, Akatsu, se rindió en 1949 e informó de que había dejado en la jungla a tres de sus compañeros soldados que seguían en la lucha, al no haberlos informado del final de la guerra. Después de varios intentos por convencerlos. En 1952, el reportero japonés Asahi Shinbun, rondó por la zona gritando: “La guerra ha terminado, salgan de la jungla, por favor”, pero nadie contestó.

Otro de los soldados, el cabo Shimada, murió en 1954, el soldado Kozuka fue alcanzado por una bala y murió. De esta manera, el teniente Hiroo Onoda se convirtió en el único superviviente militar japonés en la isla, y seguía sin creerse que la guerra había finalizado. Entre 1972 y 1973, el gobierno japonés envió delegaciones entre las que se encontraban el padre y el hermano de Hiro, distribuyendo libros, folletos y cartas escritas por su padre, a pesar de eso, él pensaba que era un complot de los enemigos, porque en esas delegaciones siempre había soldados filipinos.

En 1973, Norio Suzuki fue a la isla como turista, en busca del soldado japonés. Lo localizó en medio de la selva y trató de convencerlo de que la guerra había terminado, pero nuevamente no lo creyó. Además le dijo a Norio, que para dejar las armas necesitaba una orden directa de su superior jerárquico.

El turista regresó a Japón y dio a conocer la petición de Hiro Onoda. El que había sido su jefe directo, Taniguchi, ahora propietario de una tienda de libros usados en Tokio, tomó un avión a Filipinas y le ordenó que abandonase su actitud combativa y se reincorporara a la vida civil.

En ese mismo momento Hiro obedeció la orden y regreso a Japón. Se rindió el 10 de marzo de 1973, más de veinticinco años después de terminar la Segunda Guerra Mundial. Dos días después Hiro Onoda llegó al aeropuerto japonés de Narita y, antes de visitar al emperador y al primer ministro, fue a rendir homenaje a las tumbas de sus compañeros muertos.

El gobierno de Japón le pagó un millón de yenes para compensar sus treinta años de servicios a la patria. Kiro donó esa cantidad al templo de Yasukuni para los caídos en las guerras. Publicó su biografía “No surrender: my thirty-year war (Sin rendición: mi guerra de treinta años). Cansado y desencantado por el cambio de su país, en 1975 se fue a vivir a Brasil, donde ya vivía su hermano. En 1980 regresó a Japón y en 1984 fundó la “Onoda Shizen Juku” (Escuela Natural Onoda), un campamento educacional para jóvenes con sedes a lo largo del archipiélago. En 1996, Onoda volvió a visitar la isla de Lubang y donó diez mil dólares a la escuela local.

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