12 de marzo de 2013

INCIENSO



La palabra incienso  proviene del latín y significa quemar. El árbol del incienso se llama Boswellia, del que se extrae la resina aromática que es la que se utiliza para elaborar el incienso. Tiene su origen en Etiopía, Somalia, Arabia.

El incienso se ha utilizado desde la antigüedad. Las primeras civilizaciones lo quemaban para ocultar los olores de los animales sacrificados. Fueron los egipcios los primeros en emplearlo para poderse dirigir a sus dioses a través de las oraciones. También la  usaban en preparaciones para el cuidado de la piel, para embalsamar y para fabricar un polvo de color negro utilizado como delineador de ojos.
  
Los israelitas lo conocieron a través de los egipcios en los tiempos del Éxodo (Segundo libro del Pentateuco, que cuenta en primer lugar la salida de los israelitas de Egipto). En este libro se explican las instrucciones dadas por Jehová a Moisés acerca de los materiales, la forma y las medidas que debía tener el altar para quemar el incienso y las personas que debían encargarse, tanto por la mañana como por la noche, de la ceremonia.

Los griegos empezaron sus ofrendas con incienso, durante las celebraciones religiosas de “los misterios”, gracias a Pitágoras, en el siglo VI a. C. Los romanos, quemaban incienso en los templos y en el mundo árabe se acogió con tanto entusiasmo que exigían máxima castidad a los recolectores de incienso.

Cuando el paganismo inició su caída, los cristianos introdujeron el uso del incienso en el culto divino, hacia el año 370. Para no tener que depender de otros, la Iglesia llegó a tener sus propias tierras para el cultivo del árbol del incienso.

Se utiliza en medicina como antiséptico, astringente, digestivo, diurético, expectorante, calmante, tónico, cicatrizante, da energía y ayuda a concentrarse.

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