EL MITO DE EL DORADO
El mito de El Dorado tuvo su base real en una costumbre ritual de los indios chibchas que
vivían a orillas de la laguna Guatavita, en la meseta de Cundinamarca (Colombia).
El cacique del pueblo interpretaba una ceremonia en la que
las ofrendas a los dioses eran piezas de oro y esmeraldas que lanzaba a la
laguna. Al finalizar la ceremonia se bañaba en ella, quitándose en el agua el
polvo de oro que cubría su cuerpo, y que se había adherido a la piel mediante
una tintura de trementina. Sus súbditos rendían el mismo homenaje a los dioses.
Esta ceremonia se celebraba hasta el momento de la llegada
de los españoles, los indígenas se la contaron. De esta manera partió una
primera expedición al mando de Sebastián de Benalcázar, que en su busca de “El
Hombre Dorado”. A partir de entonces fueron numerosas las expediciones; las de
Hutten, Hernán Pérez de Quesada, Gonzalo Pizarro, Pedro de Ursúa y Lope de
Aguirre, entre otras. Todas fueron un desastre.
Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco, emprendió una
expedición con unos doscientos españoles, miles de indios encadenados y una
piara de cerdos. Fueron al este de Quito, se adentraron por la cuenca del Amazonas,
descubriendo el río Coca.
Al empezar a escasear los víveres, Pizarro mandó a Francisco
de Orellana y cincuenta hombres río abajo en busca de comida. Cuando la
encontraron, no pudieron regresar río arriba por la fuerte corriente y la
siguieron, así que, se convirtieron en los primeros europeos en navegar por el
río Amazonas hasta desembarcar en el Atlántico. Pasaron mil calamidades en un
viaje que duró nueve meses. Muertos de hambre, tuvieron que comerse los
cinturones hervidos con hierbas.
La creencia en El Dorado perduró durante el siglo XVII, en
que salieron muchísimas expediciones. Todo esto sirvió, al menos, para conocer
las partes más inaccesibles del continente americano.
En 1580, Sepúlveda, un rico comerciante de Bogotá, obtuvo un
permiso para desecar el lago, no lo consiguió por dificultades técnicas. Entre 1625
y 1677, se volvió a intentar en repetidas ocasiones el mismo procedimiento,
tampoco tuvieron éxito estos intentos.
A principios del siglo XIX, una expedición alemana dragó el
lago, obteniendo algunos indicios de que estaban acercándose, pero no
encontraron el fabuloso tesoro.
En 1912, la Contractors Limited, consiguió desecar el lago,
estaban tan contentos que aplazaron la búsqueda del tesoro para el día
siguiente. Al volver al trabajo comprobaron que el barro volcánico del fondo
del lago se había transformado en una masa más dura que el cemento e imposible
de romper.
El lago conserva su secreto.
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