ZENOBIA REINA DE PALMIRA
En el año 64 a. C., Siria se convirtió en provincia romana. Su antiguo nombre Tadmor se cambió por otro latino, Palmira (lugar de las palmeras).
A lo largo de los siglos, Palmira supo integrarse en los distintos imperios que se sucedieron en Oriente Próximo, aprovechando las ventajas que le ofrecían para desarrollar su comercio. Hubo una sola ocasión (año 262 d. C.) en la que la ciudad de Palmira se reveló contra esta dependencia y creó un imperio propio.
La familia que entonces gobernaba en Palmira resolvió la situación, y el palmireno Odainato, fue honrado por Roma y nombrado “Imperator” y “Restaurador de todo el Oriente”, pero este acto fue último que pudo disfrutar, pues en el año 267 murió asesinado junto con su hijo mayor, parece que provocado por su propia esposa Zenobia.
Zenobia fue nombrada entonces regente hasta la mayoría de edad del otro hijo Wahballat.
Su hermosura era alabada. Tenía una fuerte personalidad, que era su mayor atractiva, valiente, ambiciosa, arrogante, conquistadora, guerrera y gobernante, todos estos rasgos eran insólitos en una mujer del mundo antiguo
De Zenobia se dice que era culta, que sabía hablar todas las lenguas de Oriente. Lo cierto es que una de las personas más cercanas a ella fue el filósofo ateniense Dionisio Longino, considerado una biblioteca andante y museo ambulante, que
acudió a Palmira como pedagogo de los hijos de la reina y acabó siendo su consejero más directo.
También figuró entre sus asesores Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, que intentaba acercar las posiciones entre cristianismo y paganismo.
En el año 272, Palmira cayó de nuevo bajo el dominio del imperio. Según cuenta la leyenda Zenobia fue llevada a Roma para que desfilase, cargada con cadenas de oro, en el triunfo celebrado por Aureliano, allí acabó en paz sus días. Según otra versión, la reina murió junto con todos los miembros de su familia y sus consejeros, asesinados por orden de Aureliano.
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