16 de noviembre de 2009

CA'N BEDUIA (LEYENDA BALEAR)

Ahmed vivía en Ca’n Beduia, situada en Valldemossa (Mallorca), a pesar de su condición de esclavo era considerado como uno más de la familia de aparceros que cuidaban la posesión. Era bondadoso y eficaz en todos los trabajos que le ordenaban. Pero Ahmed no podía olvidarse de su lejana África, ni tampoco de la libertad que soñaba, era consciente de que estaba destinado a vivir de esa forma hasta el final de sus días.

La sequía llegó para jugar una carta a favor del esclavo, que parece que tenía un extraño poder para conocer los designios por los que rige la naturaleza.

Un día, cuando la tierra se resquebrajaba en resecas grietas y el campo se abrasaba con el sol, el joven aconsejó a su amo que hiciera arar las sementeras y esparcir semillas por todo, hasta en los rincones más pequeños. Aquella noche y durante dos días, el cielo derramó sobre la tierra una abundante lluvia.

El amo, agradecido, cumplió su palabra y devolvió a su esclavo la libertad. La despedida para todos fue muy triste, parecía como si el joven Ahmed se llevará con él un pedazo de sus vidas.

Pasaron los años y, una noche, cuando las gentes de Ca’n Beduia descansaban de sus faenas alguien golpeó en el portón y una voz nerviosa llegó desde fuera; “Abrid, abrid, soy Ahmed”. El amo abrió la puerta y se encontró frente a su antiguo esclavo, que se echó emocionado en sus brazos.

Ahmed en pocas palabras explicó que unas galeras le habían desembarcado, junto a un grupo de piratas en la costa, y estos sabiendo su condición anterior le habían recomendado adelantarse para explorar el terreno. Por esto –siguió diciendo el joven- cuando dentro de un rato oigáis llamar a la puerta no abráis. Yo os llamaré desde fuera e imploraré que me dejéis entrar pero no abráis.
El antiguo esclavo abrazó al amo y le dio un paquete para su esposa.

Momentos más tarde, llamaron a la puerta, era Ahmed implorando que le abriesen la puerta. Como habían acordado el amo no abrió.

Los piratas viendo frustrado su intento se retiraron y Ahmed con ellos desapareciendo para siempre de Mallorca.

A la mañana siguiente la señora abrió el paquete que le entregó su marido de parte de Ahmed, y quedó sorprendida al descubrir su contenido. Un cordoncillo de oro, de dieciséis palmos de largo.

El cordoncillo de Ahmed ha pasado de generación en generación hasta nuestros días. Es el tributo de un alma buena y agradecida.

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