SOPA-2
Los franceses tenían dos clases de sopas: la soupe, que era
la familiar, y el potage, que era la refinada, elaborada con caldos
concentrados. Según Champien, las sopas en el siglo XVI eran consideradas un
manjar muy distinguido, dedicándoles todos los cuidados, les ponían muchísimas
especias y de colorines: azafrán, azúcar, anís, remolacha, enebro, canela,
pimienta, agua de rosas, etc.
En una crónica escrita por el mariscal de Beaumont, cuenta
que en el año 1416 el emperador de Alemania visitó la capital de Francia y fue
obsequiado con un gran festín en el Louvre, dice: “Se sirvió como primer plato
una sopa de pescado muy picante, al estilo alemán, preparada por las famas de
la Corte…”.
En el siglo XVI se pusieron de moda las sopas de cebolla y
queso gratinadas al horno, las de fideos, las de calabaza y laurel, y en
Francia el hoche-pot, sopa de Navidad con muchas viandas, parecida a la olla
podrida.
En el siglo XVII se servían en la mesa de Luis XIV, rey de
Francia, varias sopas. Su cronista, el duque de Saint Simon, comentaba admirado
los enormes platazos que le veía engullir, y tenían que ser hechos con caldos
muy concentrados, sazonados con exceso de especias y mucha pimienta. La cuñada
del rey, que era princesa de la casa de Baviera, decía que jamás pudo
acostumbrarse a esa alimentación y que le confortaba más una buena sopa de
cerveza que todos esos caldos.
En ese mismo siglo, el XVII, se pusieron de moda las sopas
de arroz, las de harina de trigo, papillas, y para los banquetes, las cremas
con yema y la almendras, así como las de ave, perdiz, liebre y faisán; todo
bien machacado y puesto en papilla.
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