21 de mayo de 2023

RICHARD FORD Y LA VESTIMENTA DE UN JINETE




Sobre la vestimenta de un jinete dijo:


“El traje y demás avíos del jinete son muy dignos de tener en cuenta. Lo que se debe procurar es pasar inadvertido entre la multitud o ser tomado por uno de nosotros, uno de la familia; para ello lo mejor será adoptar el traje que usan comúnmente los naturales del país cuando viajan a caballo, o valiéndose de cualquier otro medio de comunicación, entre los cuales no se cuentan los mails y diligencias anglofrancesas. 


Los españoles de todas clases sociales, al trasponer las puertas de la ciudad, se visten como la gente del campo. Huyen deliberadamente de los trajes y costumbres de población, que sólo sirven para llamar la atención y exponerlos al ridículo o a las groserías de los campesinos, arrieros y demás gente que son dueños de los caminos, odian las novedades y se atienen a las maneras y modas de sus abuelos. El sombrero más propio es el calañés, que se parece mucho al que usan en Astley los bandidos: es de forma cónica y va ribeteado de terciopelo  negro y adornado con borlas de seda, y resulta tan bien puesto en un cockney como en un hacendado de Devonshire.


La chaqueta puede ser la universal zamarra, hecha de piel negra de oveja o de cabritilla, cuando pueda costearse; no se olvidará la faja, que es más útil de lo que puede suponerse, pues abriga los riñones y el vientre y preserva de los cólicos, tan generales en España, manteniendo un calor igual en el abdomen; así que ir bien envuelto, al modo de Homero, es tener ya ganada la mitad de la batalla para el que viaja por la Península.


La capa o la manta y las alforjas son absolutamente indispensables y se deben poner sujetas a la perilla de la silla; de este modo dan menos calor al caballo que si van colgando a los lados, y, además, estarán así más a mano para usarlas de repente, pues en este país de valles y montañas el jinete está constantemente expuesto a rápidas variaciones de tiempo, cuando Eolo y Febo se disputan su capa, como en las fábulas de Esopo, y las cataratas del cielo se desatan sobre él en cuanto al dios del fuego le parece que está suficientemente horneado”.

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